sábado, 20 de diciembre de 2014

Carta al editor de La Tarde



Señor Editor de La Tarde, reciba un cordial saludo.

Desde hace unos días suenan en una emisora pública de Pereira unas cuñas cristianas que la Asociación de Ateos de Pereira denunció muy valientemente. Al ver que su periódico cubrió el acontecimiento, sentí algo muy parecido al orgullo entre colegas, por un reportaje sobrio y mesurado.

Cuál no sería mi sorpresa cuando en su editorial del 15 de diciembre repasan someramente el caso para terminar con estas palabras:

[N]os parece que en esta oportunidad, la organización de ateos está mostrando una actitud tan fundamentalista, que poco le aporta a un proceso de convivencia social y religiosa.

Una emisora de radio, al igual que un libro o internet, es una opción que cada quien escoge y utiliza a su gusto. En caso de molestia, se cambia el dial o se apaga. Y eso se aplica para todos: incluyendo a los ateos.

*Suspiro* Esto va a requerir más trabajo del que pensé.

Señor Editor, lamento comunicarle que se equivoca de cabo a rabo: por supuesto que cada quien elige consumir los mensajes que desea, pero es que el reclamo no es sobre eso. Comete usted un hombre de paja.

Los ateos de Pereira reclaman no como receptores, sino como emisores. Ya que la emisora es pública, significa que también es de ellos y que debe regirse por unas reglas de juego claras: el ordenamiento jurídico, que prohíbe privilegiar religiones — en eso consiste el laicismo.

En resumen: con el dinero de todos no se puede favorecer una creencia religiosa particular; si alguien quiere escuchar mensajes religiosos, que sintonice las emisoras que los transmiten, que no pueden ser públicas.

Espero el señor Editor sea tan amable de contestarme esta pregunta: en vista de que los ateos pagamos nuestros impuestos en la misma medida que los cristianos, sin ninguna exención, ¿por qué tiene que destinarse el fruto de nuestro trabajo y sudor en la promoción de ideologías que atentan contra cada una de las fibras de nuestros cuerpos, contra nuestros valores y nuestra integridad?

Sin embargo, lo peor de todo fue la acusación de fundamentalistas. Como ciudadanos de pleno derecho podemos recurrir, cuestionar e inquirir sobre las actuaciones estatales que atentan contra la igualdad. ¡Qué vergüenza que el Editor de La Tarde rebaje el ejercicio de nuestros derechos al nivel de estrellar aviones contra edificios, secuestrar personas en una cafetería, o quemar libros! ¿Qué tiene de fundamentalista cuestionar, ejercer nuestros derechos y seguir el conducto regular? Es curioso que el señor Editor diga preocuparse por la "convivencia social y religiosa" y que, a la vez, defienda el privilegio religioso.

Es triste ver que cuando los ateos queremos abrir un diálogo sobre el gasto público y exigir el respeto a nuestros derechos, le cierren la puerta a la conversación mediante descalificaciones personales. ¿Es mucho pedir que debatamos ideas?

Todavía no me explico cómo es que la dirección de un periódico de Colombia se va lanza en ristre contra ciudadanos que manifiestan su disposición a no permitir los excesos estatales. En un país en el que los ciudadanos se han rendido ante la desidia de sus instituciones y prácticamente se abstienen de participar en la vida pública nacional ya sea por pereza, incredulidad y/o porque "esto no es conmigo", dedicar un editorial para criticar la actitud proactiva de ciudadanos más que dispuestos a hacer respetar sus derechos resulta indecente, por decir lo menos.

Por otra parte, me gustaría saber cuáles son los estándares periodísticos que ustedes manejan (tienen alguno, ¿cierto?). Lo digo porque parece que el Editor ni siquiera se tomó la molestia de informarse. Podría decir que no le costaba nada leer el derecho de petición de la AAP, que es de libre acceso, pero parece que no lee ni su propio periódico, ya que en sus páginas, el experto consultado por La Tarde, Gustavo Acosta dice explícitamente: "El argumento es constitucional". Todo un fundamentalista, ¿cierto?

Si el Editor ofreció una opinión sin saber del tema y sin haber hecho ningún esfuerzo por informarse le faltó al respeto a los lectores y al oficio.

Atentamente,

David Alejandro Osorio Sarmiento

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(Imagen: palomar5 via photopin cc)

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