La semana pasada, el New York Times publicó sobre el éxito de Colorado en la reducción del embarazo adolescente — básicamente le regalaron métodos anticonceptivos intrauterinos e implantes hormonales de larga duración a las adolescentes y las mujeres pobres. ¡Y ya!
El Espectador se hizo eco del caso.
Mientras tanto, en la muy folclórica y parroquial Cartagena de Indias, quieren seguir con las medidas ineficaces de siempre, satanizando las relaciones humanas y el sexo — porque eso ha funcionado taaaaaan bien en el pasado.
Pues sin la menor idea de lo que hacen, el Concejo de la ciudad va a combatir las cifras de embarazo adolescente prohibiendo los bailes eróticos —¡también se los prohíben a los adultos en zonas públicas!—.
El proyecto, propuesto por un tal Antonio Salim, es una idiotez del tamaño de Júpiter. Así, rápidamente: prohibicionismo, política moralista, amputarle libertades a los adultos en nombre de los niños, imponer medidas que no sirven y pensar que los niños deben ser protegidos de entender la más básica anatomía y biología humanas.
Dentro de poco, el señor Salim querrá prohibirles el acceso a Internet.
(imagen: Alex E. Proimos via photopin cc)
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