jueves, 23 de junio de 2016

Los 'extremistas' religiosos son los creyentes más fieles



En su columna de finales de mayo, Pala señaló que no existe el extremismo religioso, algo que es obvio para cualquiera que le dedique más de dos minutos a reflexionar sobre la historia de la religión:

[L]as anacrónicas voces que condenan la anticoncepción no hacen parte del extremismo católico. Hacen parte del catolicismo practicante, a secas. Mientras que la inmensa mayoría de mujeres que se dicen creyentes y que consumen un anticonceptivo, no son ejemplo de catolicismo moderado, sino de personas que deben ignorar el mandato de su religión para poder vivir una elección.

Los millones de católicos de buena fe que acogen con afecto a la comunidad homosexual no están siendo buenos católicos sino pésimos católicos. Están transgrediendo el mandato de una iglesia que sigue considerando aberrante la unión entre personas del mismo sexo. Sí. Francisco puede decir lo que quiera, pero la doctrina sigue siendo inflexible. Y, de hecho, el ejemplo es perfecto porque en lo relativo a este asunto puntual, abundan los ejemplos de mensajes de renovación presentados por el Papa en espacios bien microfoneados y publicitados, que luego fueron contradichos por el mismo pontífice en las esferas del poder clerical.

Son entonces los virulentos detractores de los derechos de los homosexuales quienes representan con fidelidad el espíritu del catolicismo, mientras que el resto no hace otra cosa que ignorar el mandato de la iglesia para seguir su instinto bondadoso.

[...]

[L]a inmensa mayoría, no hace otra cosa que alejarse de esos preceptos, domesticarlos y, en grandísima medida, ignorarlos para edificar lo que algunos llaman una creencia descafeinada que termine riñendo lo menos posible con su forma de ver el mundo. Dicho de otra forma, son personas que deben alejarse de los mandatos de su religión para ser buenos seres humanos.

Es claro, el problema no es que se lleve una creencia al extremo sino que la creencia es extremista en sí misma — un árbitro de fútbol o un jugador de póker puede ser muy purista con el reglamento, un 'extremista' si se quiere, y nunca matará a nadie porque eso simplemente no está en su libro.

Por difícil que resulte aceptarlo, cuando los llamados 'fundamentalistas' acusan a sus correligionarios de traidores o pecadores sólo por ser moderados, tienen toda la razón. El moderado ha decidido ignorar ciertos pasajes —generalmente poniendo excusas absurdas, como la de la interpretación— para evitarse la disonancia cognitiva de intentar conciliar su libro sagrado con la ética laica del siglo 21 con la que vive su día a día.

Tras la masacre de Orlando, muchos medios siguieron con la cobardía de no mencionar la motivación religiosa; en los esporádicos casos en los que sí se mencionó se hizo la aclaración de que Omar Mateen era un extremista religioso — pero es que, por definición, no podía serlo: él siguió su libro sagrado al pie de la letra... y es que así se supone que debe ser, porque ¿de qué sirve tener millones de adeptos que afirman que su libro sagrado es la verdad absoluta si pueden ignorar las partes inconvenientes al gusto?

La religión consiste en obedecer ciegamente — por eso usan la fe. Y la falta de compromiso de los moderados es una afrenta directa a ese primer mandato.

(vía Sin Dioses)

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Publicado en De Avanzada por David Osorio

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