jueves, 12 de agosto de 2010

Hugo Boss

Mi autor favorito, el inigualable Christopher Hitchens tiene cáncer de esófago y no se sabe qué efecto tendrá la quimioterapia.

A pesar de lo que le pasa a nivel de salud, su lucidez permanece intacta y su último artículo en la revista Slate, Hugo Boss -que traduce algo así como "Hugo el Jefe" a la vez que juega con el nombre de la marca de colonias-, me parece más que acertada.

Christopher Hitchens, este es un tributo para ti desde De Avanzada:



Lo que aprendí de la salud mental de Hugo Chávez cuando visité Venezuela con Sean Penn.

Las recientes cuentas de necrofilia politizada de Hugo Chávez pueden parecer casi demasiado espeluznantes como para creérselas, pero puedo dar testimonio de que bien podrían ser subestimadas. En las primeras horas del 16 de Julio -para ser exactos a la medianoche- el capo venezolano ofició una ceremonia horripilante. Esto involucraba la exhumación de los restos mortales de Simón Bolívar, líder de la rebelión latinoamericana contra España, quien murió en 1830. De acuerdo con un artículo escrito vívidamente por Thor Halvorssen en el Washington Post del 25 de Julio, el esqueleto fue recogido aparte -aún cuando Chávez pió el procedimiento para su audiencia- y algunos dientes y fragmentos de huesos fueron llevados para su análisis. Las piezas residuales su pusieron en un ataúd estampado con el sello del gobierno de Chávez. En uno de sus discursos de más bien libre-asociación por los que se ha vuelto célebre, Chávez apeló a Jesucristo para que re-escenificara la resurrección de Lázaro y reanimara las partes constituyentes de Bolívar. Siguió así:

Tenía algunas dudas, pero después de ver sus restos mi corazón dijo "Sí, soy yo". Padre, eres tú, o ¿quién es? La respuesta: "Soy yo pero me despierto cada cien años cuando el pueblo despierta".

Como si "canalizar" esta no muy sútil identificación de Chávez con el héroe nacional, la televisión venezolana se vio obligada a transmitir imágenes de Bolívar, seguidas por imágenes de los restos y luego imágenes del jefe. El himno nacional sirvió de banda sonora. Desde que los medios de Corea del Norte declararon a Kim Jong-il como la reencarnación de Kim Il Sung no ha habido un intento tan descarado de crear una necrocracia, o tal vez mausoleocracia, en la que un reclamante vivo asume el manto carnal del difunto.

El cadáver de Simón Bolívar es como cualquier otro cadáver, pero su legado es mucho más valioso de robar que el de Kim Il Sung. La novela de Gabriel García Márquez El General en su Laberinto es un lugar para empezar, si quieren entender la combinación de cualidades trágicas y heroicas que mantienen su memoria viva hasta el día de hoy. (En Nueva York su estatua ecuestre todavía domina la intersección de la Avenida de las Américas y Central Park South). La idea de unos Estados Unidos de América del Sur siempre será un sueño frágil pero en su sangrienta lucha por la realización de ese sueño, Bolívar forjó una considerable estampa, como también lo hizo en sus otras capacidades de traidor, criminal de guerra y fornicador en serie, también amorosamente retratadas por García Márquez.

En el otoño del 2008 fui a Venezuela como invitado de Sean Penn, cuya amistad con Chávez es cálida. El tercer miembro de nuestro grupo fue el excelente historiador Douglas Brinkley, y nosotros pasamos un buen rato volando por todo el país en el jet presidencial de Chávez y también yendo de reunión en reunión a nivel del suelo. Al jefe le gusta hablar y ha asentado discursos de la longitud de los de Castro. Bolívar es el tema del que nunca se cansa. Su prematuro movimiento uniformado de amotinados -que falló en llevar a cabo un golpe militar en 1992- tuvo su nombre por Bolívar. Volviendo tardíamente pero con éxito a la política electoral, llamó a sus seguidores Movimiento Bolivariano. Desde que asumió la presidencia, el nombre oficial del país ha sido República Bolivariana de Venezuela. (Algunas veces Chávez debe desear haber nacido en Bolivia antes que nada). En las reuniones del gabinete se ha sabido que deja una silla vacía, en caso de que la sombra de Bolívar decidiera asistir a los procedimientos que de otro modo serían dominados por Chávez.

No pasó mucho tiempo para que la obsesión de héroe se revelara en formas bizarras. Una tarde, mientras cruzábamos los cielos con el jet, Brinkley preguntó ligeramente si las grandes compras de buques de guerra de Chávez no podrían ser interpretadas por Washington como una violación de la Doctrina Monroe. La respuesta del jefe fue impresionantemente inmediata. Él no sabía con certeza, dijo, pero esperaba que sí lo hiciera. "Los Estados Unidos nació con un impulso imperialista. Ha habido una larga confrontación entre Monroe y Bolívar. ... Es necesario que la Doctrina Monroe sea quebrada". Mientras su diatriba contra la diabólica América crecía, Penn intervino para decir que seguramente Chávez estaría feliz de ver el arresto de Osama Bin Laden.

Fui enormemente impresionado por la manera en que el jefe despreció esta insinuación. Él básicamente dudaba de la existencia de Al-Qaeda por no decir de los informes de sus ataques contra el enemigo del norte. "No sé nada de Osama Bin Laden que no me llegue por el filtro de Occidente y su propaganda". A esto, Penn respondió que seguramente Bin Laden había proporcionado un buen número de sus propias transmisiones y videos. De nuevo fui impresionado por la forma en que Chávez rechazó esta lúcida intervención que le ofrecía una cuerda de salvamento. Toda esta supuesta evidencia también era un mero producto de la televisión imperialista. Después de todo, "hay cintas de los Americanos aterrizando en la Luna", se burló. "¿Significa eso que el plano de la Luna sí pasó? En la película, la bandera Yanqui está ondeando. Entonces, ¿hay viento en la Luna?" Mientras Chávez rebosaba de triunfo por esa lógica, una incomodidad se apoderó de mis camaradas y de la conversación.

Chávez, en otras palabras, está muy cerca al momento culminante cuando anunciará que es un huevo hervido y que requiere un pedazo muy grande de tostada con mantequilla para poder recostarse y dormir una siesta relajante. Incluso su macabra búsqueda en el ataúd de Simón Bolívar fue impulsada inicialmente por su teoría de que una autopsia probaría que El Libertador había sido envenenado -más probablemente por los ruines colombianos. Tal vez esto proporcionaría una licencia póstuma para la continua hospitalidad de Venezuela con la pandilla narco-criminal de las FARC, una actividad transfronteriza que hace poco para fomentar la hermandad regional.

Mucha gente se rió cuando Chávez apareció en el podio de las Naciones Unidas en Septiembre del 2006 y declaró oler azufre del mismísimo diablo debido a la presencia de George W. Bush. Pero la evidencia es que él tiene una debilidad de idiota por los hechizos y encantamientos, así como muchos de los síntomas de la paranoia y la megalomanía. Tras el fracaso del intento de Bolívar de hacer la Gran Colombia federal -que brevemente unió a Venezuela, Colombia, Ecuador y otras naciones- el Ministro de los EEUU en Bogotá, el futuro presidente William Henry Harrison, dijo de él -de Bolívar- que "bajo la máscara del patriotismo y la libertad, él realmente ha estado preparando los medios de investirse a sí mismo con poder arbitrario". La primera vez fue una tragedia; esta vez también lo es pero con un fuerte elemento de farsa.

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