miércoles, 11 de enero de 2012

Christopher Hitchens: un epítome del ateísmo

Esta es la última despedida a Christopher Hitchens de la que he tenido conocimiento.

Fue escrita por David Nicholls, presidente de la Fundación Atea de Australia. Nicholls también fue el encargado de organizar al convención atea mundial que se celebra este año en Australia. Estas fueron sus palabras:

Christopher Hitchens murió con sus amigos a su lado en el MD Anderson Cancer Center en Houston el jueves 15 de diciembre. Estas palabras y titulares similares dieron la vuelta al mundo en una onda electrónica en expansión, llevando la noticia de que lo inevitable había sucedido. Esta muerte entre los miles que murieron ese día tenía un significado especial para un grupo demográfico cada vez mayor de personas que les gusta pensar.

Curiosamente, la ineludible realidad de que Christopher Hitchens era un enfermo terminal con cáncer de esófago en fase cuatro todavía afectó profundamente a todos los que estaban al tanto de su difícil situación. La muerte no fue el resultado directo del cáncer, en su lugar, la neumonía, una complicación del cáncer de esófago, dio el golpe final.

Así murió una persona digna de mención, eliminando para siempre de la existencia a un intelectual gigantesco y uno con el que muchos se consideraban muy honrados de estar vivos al mismo tiempo que él. Aun a sabiendas de estos detalles, siguieron los shocks y sentimientos de intensa tristeza, que envolvieron a los admiradores y, posiblemente, a un puñado de personas que lo despreciaban. Es un consuelo que, aunque su presencia física haya sido eliminada para siempre de la existencia, su mensaje y escritos siguen vivos.

Christopher señalaba a menudo a los entrevistadores que a pesar de que su eventual muerte podría ser clasificada como prematura, ellos también irían por el mismo camino. Se trata de un mecanismo de protección mental de la humanidad el mirar a la muerte inminente o real de los demás como una situación de ellos-y-nosotros. Una mente sana no desea su propia extinción. Esta poderosa influencia es un factor determinante en muchos aspectos de la vida humana.

'Hitch', como se le conocía cariñosamente, habría tenido los mismos miedos y aspiraciones como todos nosotros. La única y gran diferencia es que su ateísmo no permitió que estas fantasías dominaran su pensamiento hasta el punto de rendirse a la comodidad de los mitos populares. Hitch murió ateo, sin tener expectativas imaginarias que nublaran sus últimos momentos.

La vida de Christopher Hitchens fue de hecho una que debe ser celebrada, me atrevo a decir venerada. Su prolífica batalla escrita y verbal contra los sistemas humanos de carácter totalitario, fascista o dictatorial lo sitúa entre otros personajes potenciadores de la ilustración tales como Paine, Voltaire, Montesquieu, Diderot, Hume.

Nadie, ni siquiera muchos de los más fervientes admiradores de Hitch, estuvo de acuerdo con todo lo que tenía que decir. De hecho, muchos expresaron su desacuerdo de forma muy agresiva hasta el punto en que él cayó en desgracia con los viejos amigos. Esto nos lleva al punto de preguntar: ¿estaba Christopher Hitchens siempre en lo correcto y los otros se equivocaban, siendo ese su legítimo derecho a la fama?

Esa pregunta es, por supuesto, tan subjetiva que no puede ser respondida de manera satisfactoria, pero es el quid del título de este ensayo. Es la gran protección que ofrece la civilización por el ateísmo. Es el fundamento de un método de pensamiento que acepta que ningún concepto humano o confianza en la tradición puede dar respuestas absolutas. Hitch entiendía esto perfectamente bien y eso era una parte de su grandeza. No era tanto que muchos de sus pensamientos vinculados con ideas en común o el brillante suministro de argumentos contundentes, sino que era su habilidad para usar la progresión lógica para llegar a conclusiones racionales.

Como se ha señalado, otros ateos utilizan "la progresión lógica para llegar a conclusiones racionales" también, pero pueden estar en desacuerdo con las de Christopher Hitchens. Dicho esto, la mayoría de los ateos estaría de acuerdo con la mayoría de las ideas sostenidas apasionadamente por Christopher. Esas ideas no son aceptadas porque "Hitch" las enunciara, sino que se aceptan porque los ateos en general llegaron a la misma conclusión siguiendo la evidencia. Esto es al contrario de otros sistemas donde los escritos revelados o las tradiciones son inmutables e incuestionables (en el corto plazo) y se "creen" correctas, incluso cuando la evidencia muestra que no lo son.

Reverenciar las obras y las palabras de Christopher Hitchens es realmente dar reconocimiento a un destacado defensor de la razón y de los procesos claros de pensamiento. Él tenía la notable capacidad de ubicar conceptos, ideas y pensamientos compartidos en un orden no fácilmente alcanzable por otros. Su excepcional entrega oral y escrita proporcionó una base a sus colegas, amigos y admiradores para construir sus propios repertorios en condiciones más viables.

Podemos esperar que los detractores salgan del marco en los próximos meses. Habrá falsos rumores y verdades a medias e historias de naturaleza odiosa, que sólo irán a reforzar la grandeza de este ser humano quien un día pisó la tierra de una manera digna. La intensidad de su vida y valentía hasta el final son ejemplos de las mejores cualidades humanas. Si tan solo todo el mundo pudiera imitarlos.

La muerte de Christopher Hitchens tiene un significado especial para la Fundación Atea de Australia. Él estaba reservado para aparecer en el la Convención Mundial Atea 2012 - "Una celebración de la Razón" en abril próximo junto con los otros aclamados Cuatro Jinetes del Anti-Apocalipsis: Richard Dawkins, Daniel Dennett y Sam Harris. Christopher sabía, como nosotros, que se trataba de una apuesta contra el tiempo. Si la neumonía no hubiera entrado en escena, los cuatro jinetes habrían estado juntos en un foro público por primera vez.

Sé que puedo hablar en nombre de la audiencia y todos los involucrados en esta convención al decir que todos estamos profunda y completamente tristes de que una de las cuatro sillas en el escenario central estará vacía.

Vale Christopher.

(visto en Metamagician and the Hellfire Club)

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