jueves, 26 de abril de 2012

Reflexión tras el Día sin Carro en Medellín

El lunes Medellín tuvo su propia versión de esa estupidez del día sin carro copiada de los intentos en Bogotá de imponer como obligatorio el transporte público con medidas que se asemejan bastante a los toques de queda.

Pues contra esta sarta de disparates se ha sabido despachar Jaime Jaramillo Panesso magistralmente:

Resulta que los gobernantes de hoy, idealizando el bien común, hacen ensayos de suprimir libertades, como la libre movilización, con argumentos ambientales, la nueva gran categoría universal de la supervivencia. El día sin carro es un simple y engañoso ensayo que no tiene efectos de fondo, aunque sí en apariencia. Los pueblos que agachan la cabeza y van entregando sus libertades a cualquier tecnócrata ilusionista de ocasión, abdicarán en el futuro de toda capacidad crítica para defender sus derechos. El gobierno en manos de experimentadores para dar lecciones evidentes que convierten en promoción burocrática, es un gobierno que nunca tomará decisiones de fondo. Si los vehículos automotores son la causa de la polución, entonces financie y subsidie un plan donde los propietarios de esos vehículos sean adaptados a nuevas fuentes de energía. Y además, el gobierno debe suprimir la importación y el ensamblaje de ese tipo de vehículos. ¿No es una contradicción que estén los mercados abiertos a la venta de carros polucionadores y que el mismo gobierno prohíba su uso por esa misma y conocida razón?

Los burócratas de la experimentación con las libertades constitucionales y escondidos tras la careta del bien común, jamás se les ocurriría, por ejemplo, lo siguiente: en vista de que los bosques suministran la materia prima para el papel, y la tala de los árboles es un grave perjuicio para la humanidad, se decreta para ensayar, que un día no salgan los periódicos impresos. En Medellín El Colombiano, El Mundo, ADN y Quihubo no circularían. Lo mismo podría hacer el alcalde de Bogotá. Entonces no circularían El Tiempo, El Espectador, La República y otros. El resultado se mediría por la cantidad de árboles que durarían uno o dos días más. Pero este ensayo ni se piensa siquiera por que afecta la libertad de prensa, la libertad de opinión y la libre empresa, mucho más cuando algunos gobernantes son dueños de esos medios.

Otro ensayo que vaya en beneficio de la tranquilidad ciudadana perturbada por el ruido. Medellín tiene un alto índice de ruido provocado por múltiples actores: las motocicletas en primer lugar, los vehículos automotores, los taladros y la dinamita en la construcción, los altoparlantes de promoción mercantil, los mariachis, las rocolas y las ambulancias. ¿Por qué no ensayar un día contra el ruido, ordenando por un decreto el silencio de todos esos factores que atentan contra la salud mental, el desarrollo laboral y el bienestar de la ciudadanía?

Los graves problemas necesitan soluciones de fondo que contemplen el respeto por las libertades individuales. Los globos de ensayo son mascaradas que no forman conciencia, sino que causan alarma meramente para que todo siga siendo igual. Un verdadero gobernante propone soluciones viables, factibles y democráticas. El Concejo Municipal debería debatir estos paños de agua tibia y aplicar el voto de censura a los programadores de fantasías.

Yo no lo habría sabido expresar tan claramente.

Y el ejercicio se puede extender al Pico y Placa: ¿Por qué no frenan determinados periódicos durante ciertas horas de algunos días, para reducir el impacto ambiental?

Como lo he venido repitiendo, estas medidas son un atajo de los ganadores en las urnas para evitarse hacer su trabajo. ¡La pereza por delante!

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