viernes, 8 de febrero de 2013

La justicia social no acabará el conflicto colombiano

Para poder resolver satisfactoriamente el conflicto colombiano, es necesario diagnosticarlo correctamente. Una de las ideas más arraigadas es que la causa del conflicto son las circunstancias objetivas de descontento, o sea las desigualdades e injusticias sociales que caracterizan la sociedad colombiana.

Paul Collier, en su análisis sobre las guerras civiles, disiente profundamente:

Una guerra no se puede librar sólo a fuerza de odios o esperanzas. La depredación durante el conflicto puede no ser el objetivo de la organización rebelde, pero sí es el medio para financiarlo. Por depredación me refiero al uso de la fuerza para arrebatar bienes o dinero a sus legítimos dueños. La teoría económica del conflicto da por sentado que los descontentos sentidos y las ansias de poder se encuentran más o menos por parejo en todas las sociedades. Los grupos pueden abrigar inconformidades más o menos por fuera de sus circunstancias objetivas, fenómeno social conocido como “privación relativa”. Hay quienes alimentan ansias de poder haciendo más o menos caso omiso de los beneficios objetivos que confiere el poder. En este caso, la factibilidad de la depredación es lo que determina los riesgos de que surja el conflicto. La depredación puede ser un lamentable imperativo en el camino a la presunta justicia o poder, pero lo decisivo son las condiciones que permiten la depredación. Si se arguye que la depredación es el motivo del conflicto o que simplemente lo posibilita, por ambas vías se llega a la misma conclusión: la rebelión no tiene relación con circunstancias objetivas de descontento, en tanto que es causada por la factibilidad de la depredación.

En la versión más cínica de esta teoría, la rebelión encuentra su motivo en la codicia, de modo que se produce cuando los rebeldes pueden beneficiarse de la guerra. En una segunda versión, los rebeldes encuentran motivo en las ansias de poder, pero la rebelión se produce únicamente cuando pueden beneficiarse de la guerra. En la versión del descontento subjetivo de la teoría de la depredación, los rebeldes encuentran motivo en agravios imaginarios o reales, pero la rebelión sólo tiene lugar cuando pueden beneficiarse de la guerra. Las tres versiones comparten dos implicaciones: los rebeldes no son necesariamente héroes que luchan por una causa valiosa, y la factibilidad de la depredación da razón del conflicto. Por tanto, las tres pueden aunarse en contraposición a la teoría del descontento objetivo del conflicto, según la cual los rebeldes son en efecto héroes que luchan por una causa valiosa, al tiempo que la intensidad del descontento objetivo da razón del surgimiento del conflicto.

En realidad no importa si los rebeldes encuentran motivo en la codicia, las ansias de poder o el descontento, por cuanto lo que da pie al conflicto es la factibilidad de la depredación.

Por supuesto, erradicar la miseria, el hambre, el desempleo, la inseguridad, las condiciones infrahumanas y demás características reales y preocupantes de la sociedad colombiana debe ser una de las prioridades de cualquier gobierno.

En el país ha hecho carrera la hipótesis de que estas circunstancias objetivas de descontento son la fuente de los grupos terroristas, y siguiendo esa linea de pensamiento, no tendría ningún sentido derrotar militarmente a las Farc, porque al no atacar la raíz del problema, otros grupos terroristas surgirían en su lugar.

Este es uno de esos extraños casos en los que se llega a una conclusión acertada a partir de una premisa falsa. A pesar de que esas no sean las causas del conflicto colombiano, el vencer militarmente al grupo terrorista no es garantía de que no surjan más, porque aunque estas no sean las verdaderas causas del conflicto, las que lo son seguirían presentes.

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