martes, 14 de mayo de 2013

Colectivismo hindú



El repaso de religiones orientales de mi amigo Gabriel Andrade examina los caminos de liberación del hinduísmo y encuentra algo fundamentalmente erróneo con ellos:

El problema, no obstante, está en que el objetivo de la supuesta liberación es sumamente extraño. Especialmente la tradición llamada vedanta, hace énfasis en la idea de que el “yo” (atman) y el “todo” (brahman) son lo mismo. Por usar un cliché del New Age: todo está conectado. Si vemos a una cucaracha sufrir mientras es aplastada, ese sufrimiento es también nuestro sufrimiento, pues todos somos parte de una misma entidad. El objetivo de la vida, entonces, es erradicar la ilusión que postula diferencia entre el yo y todo lo demás; el propósito de la vida es quedar inmerso en el brahman, de la misma forma en que una gota de agua se diluye en un mar.

Esto es profundamente contrario a la intuición y al sentido común, al punto de que casi termina siendo un disparate. Es normal y sano sentir empatía por el sufrimiento de los demás. Pero postular, como hacen muchas escuelas hindúes, que no existe diferencia ontológica entre los demás y yo, que todos somos partes de un mismo ente, termina por resultar absurdo. Si atman es brahman, y no hay diferencia entre una y otra persona (o si quiera entre uno y otro objeto), ¡quememos las tarjetas de identidad! Yo puedo ayudar a levantarse a una persona que se cayó al suelo. Pero, este gesto de compasión es muy distinto a creer que esa persona y yo somos en realidad el mismo ente.

Y, además, yo en particular, estoy muy contento de tener una identidad separada de la de los demás. Puedo aceptar vivir en sociedad, pero nunca deseo renunciar a mi autonomía individual. Tengo pensamientos, fantasías y perversiones en mi cabeza a las cuales sólo yo tengo acceso, y eso es maravilloso. Las doctrinas del hinduismo pretenden erradicar la propiedad privada de mis pensamientos.

Y pensar que además de esto, proponen la inmoral idea del karma.

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