viernes, 7 de junio de 2013

El Espectador, ¿anticiencia?

En una nota de El Espectador titulada La segunda era de los transgénicos, Angélica María Cuevas arremete contra tres avances biotecnológicos recientes. Me veo en la penosa obligación de enmendarle la plana.

En primer lugar, Cuevas se va contra el supersalmón de AquaBounty:

La empresa AquAdvantage ha defendido que el pez resultante tiene las mismas propiedades nutricionales que el salmón del Atlántico y que no traería efectos negativos para la salud. Pero algunos críticos, como el médico argentino Andrés Carrasco, director del Laboratorio de Embriología Molecular de la Universidad de Buenos Aires, creen que es difícil predecir sus efectos. “Se están manipulando los sistemas reproductores de las especies sin conocer los alcances que puede provocar esta manipulación del genoma en quienes las consuman”, le dijo a El Espectador.

A él se suman científicos del Departamento de Ciencias Oceánicas de la Memorial University de Terranova, Canadá, quienes el pasado 29 de mayo publicaron en la revista científica Proceedings of the Royal Society B un estudio que alerta sobre los posibles riesgos biológicos de una fuga accidental del salmón modificado al mar. Los científicos aseguraron que éste no sólo pondría en riesgo la existencia del salmón del Atlántico al competir por la misma comida, sino que podría generar híbridos con otras especies teniendo consecuencias ecológicas preocupantes.

Convenientemente, Cuevas omite que al 'estudio' de la Memorial University, se le dio amplia respuesta señalando que los supersalmones serán todos hembras, estériles y producidos en tanques ubicados en tierra firme.

No feliz con omitir esto, Cuevas se fue lanza en ristre contra los mosquitos de Oxitec que reducirían sustancialmente la transmisión del dengue:

Aunque los creadores del animal han revelado que sus experimentos lograron reducir hasta en 85% la población salvaje del mosquito que transmite el mal (el Aedes aegypti) en los territorios donde fue liberado, científicos como Camilo Rodríguez-Beltrán, investigador de la Universidad del Desarrollo de Chile, advierten de que este es un tema de cuidado. “Pese a que la introducción del mosquito modificado sólo es efectiva si se garantiza que sus larvas no sobrevivan, hay un porcentaje de error de un 3% demostrado en el laboratorio. Además, ya está comprobado que en el ambiente en el que estos insectos se mueven es probable que tengan contacto con una molécula que puede mantener vivas a sus larvas”.

Rodríguez-Beltrán se refiere a la tetraciclina, molécula que contienen algunos medicamentos que ayudan a combatir infecciones en humanos y en animales como el ganado. “Es muy probable que estos mosquitos terminen en contacto con trozos de este antibiótico, que quizá evitarán que mueran. Así que a los Aedes aegypti alterados resultantes podrían convertirse en una nueva especie capaz de transmitir nuevas enfermedades”. El experto considera además que la desaparición del mosquito transmisor del dengue generaría un desequilibrio ecológico, que probablemente le abriría campo a otras especies de insectos transmisores.

En primer lugar, los mosquitos de Oxitec redujeron en 96% la población silvestre del Aedes aegypti, y no el 85% reporatdo.

En segundo lugar, Oxitec ya ha respondido a lo de la tetraciclina:

Sabemos que, en el laboratorio, un número muy pequeño de las larvas de RIDL (aproximadamente el 3%) puede sobrevivir hasta la edad adulta. Esto ha sido conocido desde que la cepa se hizo en el 2002. Pero en el ambiente abierto, esperamos que muy pocos sobrevivan, si es que alguno, - y de hecho en el ensayo en las Caimán no se encontró ninguno. Cualquier hembra que sobreviviera estaría enferma, ya que llevan una copia del gen letal, por lo que es muy improbable que viva lo suficiente para transmitir la enfermedad.

En cuanto al supuesto "desequilibrio ecológico", no hay nada que temer:

Es muy poco probable que la tecnología RIDL pudiera tener efectos importantes en el ecosistema.

Los Aedes aegypti no es nativo de Florida Keys, se originó en África y se extendió a todo el mundo en los últimos pocos cientos de años a lo largo de las rutas comerciales internacionales. Cuando una especie se ha introducido recientemente a un país, es poco probable que cualquier especie nativa sea sustancialmente dependiente de ellas, por ejemplo, para el alimento. En el caso específico de los mosquitos Aedes aegypti, ellos no constituyen una proporción significativa de la dieta de sus diversos depredadores. Así, a pesar de que varias cosas (peces, aves, otros insectos) se los comen si los encuentran, pocos o ninguno en realidad dependen de ellos, y probablemente ninguno en una especie en particular, incluso donde es nativo.

Los animales que comen Aedes aegypti estériles estarán expuestos a los mismos elementos nutricionales -proteínas, grasas, azúcares y otros- como lo harían por comer cualquier mosquito, pero no pueden asumir los genes a través de esta ruta.

Los mosquitos que transmiten enfermedades ya son suprimidos por otros métodos, típicamente mediante el tratamiento de áreas con insecticidas. La naturaleza precisa, específica de la especie de RIDL minimiza el impacto ecológico de controlar la plaga de insectos en comparación con el uso de insecticidas que también matan a otros insectos.

Luego (de vuelta en El Espectador) llegó el caso de los eucaliptos transgénicos:

La manipulación genética de árboles es una realidad en naciones como Alemania, Australia, China, España, Estados Unidos, Finlandia, Inglaterra, Japón, Portugal y Suecia. El principal riesgo que encuentra la coordinadora de la Red América Latina Libre de Transgénicos (Rallt), Elizabeth Bravo, es que estos árboles expulsarán durante años polen genéticamente alterado que será transportado por el aire a grandes distancias, sin que se conozca el efecto que esto pueda traer a los ecosistemas.

Así, tan alegremente, la señora Cuevas va citando a los enemigos de la civilización y el progreso, y no le pregunta a los productores del eucalipto transgénico. De haberlo hecho -o de haber investigado, en vez de servir de altoparlante de las transnacionales 'orgánicas' y naturistas-, Cuevas habría encontrado que los eucaliptos transgénicos son modificados para restringir su producción de polen, por lo cuál este no es producido, ni transportado, ni tiene ningún efecto sobre los ecosistemas, ni nada - algo que, convenientemente, tanto Bravo como Cuevas no tienen ningún problema en ocultar.

Si creían que El Espectador había abandonado su agenda anticientífica, aquí tienen material para repensárselo.

(Pueden hacerle llegar este artículo a su destinataria por correo electrónico, vía Twitter y enviarlo a la redacción de El Espectador, por correo electrónico, a través del formulario de contacto vía Facebook y a través de Twitter, en caso de que esta vez sí estén por la labor de corregir la desinformación que publicaron.)

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