viernes, 25 de septiembre de 2015

Una terna de solo mujeres (por ser mujeres) es mala idea



Desde hace unas semanas, Rodrigo Uprimny sugirió que la próxima terna a la Corte Constitucional fuera conformada solo por mujeres, una propuesta que, a pesar de ser absurda, se volvió viral de manera insospechada.

Un editorial de El Espectador resumió las 'bondades' de la iniciativa, así que servirá de guía para refutarla:

Primero, el problema fáctico: según un estudio de la Corporación Excelencia en la Justicia (CEJ), en las altas cortes del país sólo el 22% de los puestos como magistrado son ocupados por mujeres -en promedio-. En los 24 años de existencia de la Corte Constitucional, sólo tres magistradas han sido elegidas y se han sentado en la sala plena. Esto, por supuesto, no es más que un síntoma más de la baja representatividad que las mujeres tienen en las ramas del poder público, ocasionado por estructuras jerárquicas que históricamente han obstaculizado el acceso de las mujeres a estas posiciones.

A ver, hay muchas minorías que tienen baja representatividad en las ramas del poder público: los LGBT, los ateos, los científicos, los satánicos, los zurdos, quienes tienen el tipo de sangre AB-, los belfos, las personas de tez amarilla, los budistas...

El problema no es de representatividad — que alguien sea mujer no garantiza que tenga algún tipo de compromiso, agenda o interés en defender los derechos de las mujeres y la igualdad. Y lo contrario también es cierto, pues hay hombres que defienden los derechos de las mujeres y la igualdad. La pregunta real que debemos hacernos es: ¿qué prefieren, una magistrada que se oponga al aborto o un magistrado que lo defienda como el derecho humano que es?

Sigue el editorial de El Espectador (salto al tercer punto, porque el segundo también apela a la representativdad):

De los 72 aspirantes, 24 son mujeres. Dentro de ellas hay profesionales serias y experimentadas que podrían ayudar a recuperar el prestigio que la Corte ha perdido por culpa de los escándalos recientes.

Esto no tiene sentido: los hombres y las mujeres somos igualmente susceptibles de cometer actos de corrupción, ninguno de los dos sexos es particularmente más corrupto o más honesto y los escándalos recientes no se han debido a que sus responsables sean hombres. Si la solución a los escándalos fueran más mujeres, entonces prohibamos que los hombres apliquen a cargos públicos y problema resuelto... pero la realidad es un poco más prosaica: la corrupción hace parte de la condición humana, que nos cobija a todos por igual, hombres y mujeres.

El último punto del editorial vuelve a la representatividad, pero con un añadido:

Múltiples estudios -y casos reales- han demostrado que allí donde se introduce una voz diferente -de esas usualmente silenciadas y marginadas- la visión de la sociedad se abre y la inspiración se vuelve contagiosa. La presencia de más magistradas en la Corte Constitucional sería un mensaje a todas las mujeres del país no sólo de que es posible llegar a las instancias de poder, sino de que es un deber hacerse oír. En últimas, ese nombramiento empoderaría a millones de personas y vuelven nuestro debate nacional mucho más plural e incluyente.

Ya establecimos que ser mujer u hombre no implica necesariamente que se tenga una "voz diferente", porque las voces diferentes responden a ideas diferentes y tener una vagina o un pene no garantiza que se piense de manera excepcional sobre todos los temas que decide la Corte Constitucional a diario.

Lo del empoderamiento resultaría cómico si no fuera tan ingenuamente cruel — para la señora que vive bajo la línea de extrema pobreza y debe que rebuscarse el alimento todos los días, que no tiene dónde vivir y que debe procurar dar de comer y refugio para sus hijos, ¿cómo es que la empodera el nombramiento de una magistrada? ¿Exactamente en qué mejor su vida? ¿Y exactamente en qué se vería afectada si resultaran eligiendo un magistrado?

Aunque nace con buena intención, si se llevara a cabo, la propuesta de Uprimny no traería ninguna mejoría para nadie — la Corte Constitucional (y todas las demás instituciones públicas) siempre requerirá a las personas mejor preparadas. Si las tres personas mejor preparadas para conformar la terna resultan ser mujeres, buenísimo. Si no, buenísimo también.

Al parecer no hemos aprendido las lecciones de ofrecer cargos públicos basándonos en rasgos biológicos. ¡Y así nos va!

(imagen: Wikimedia Commons)

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