Contrario a las afirmaciones religiosas, estoy plenamente convencido de que la creencia en cualquier ente sobrenatural, en vez de hacer mejores a las personas, las vuelve más peligrosas.
Ahora, con la noticia del caníbal de Miami, Rudy Eugene, su madre y su novia, han salido a defenderlo. Y resulta que el caníbal era una perita en dulce, una mansa paloma, que no le habría hecho daño a nadie, porque al parecer era muy devoto:
Creo que cualquier persona que se precie de ser racional sentiría un fresquito de enterarse que un espiritista ha sido acusado de estafador, que un vendedor de aire enfrentará las consecuencias de engañar a los demás, que a un charlatán por fin le caerá todo el peso de la ley.
Y entonces el caso que parecía empezar este sobrecogedor triunfo de la razón y la protección del ingenuo ciudadano incauto y su dinero, de repente empieza a revelar inquietantes irregularidades: