Uno de las primeros artículos que escribí en
De Avanzada fue cuando supimos que el entonces recién nombrado Procurador General de Colombia,
Alejandro Ordóñez, era un católico fundamentalista y ultrafanático, literalmente más papista que el Papa, al lado de quien el Opus Dei parecen mansas palomitas y personas decentes.
Ante las denuncias de que quemó libros del Renacimiento, la Ilustración y una Biblia evangélica y que, arbitrariamente, cambió el retrato del general
Santander en el Consejo de Estado por una imagen del moribundo protagonista del mito judeocristiano, Ordóñez respondió, hace ya más de ocho años, jugando la carta de la víctima: según él, había una persecución en su contra, que respondía a una forma de intolerancia llamada "cristianofobia".
Era ridículo entonces y sigue siendo ridículo hoy en día.