La labor de debunking siempre viene con la tarea adjunta de seguirle la pista al objetivo. Algunos que siguen vivos, como Noam Chomsky y el Dalái Lama siguen sacando a relucir disimuladamente su cara de cretinos morales cada vez que los medios se les acercan.
Otros, como Simón Bolívar y Teresa de Calcuta, que ya murieron, siguen azotando al mundo con sus retrógradas doctrinas, que son defendidas a cómo dé lugar por jaurías de esbirros que no están en la disposición -¿ni la capacidad?- de detenerse a echar una mirada crítica sobre la vida y obra de sus ídolos. Es lo que está pasando en estos momentos con Gandhi.
Otros, como Simón Bolívar y Teresa de Calcuta, que ya murieron, siguen azotando al mundo con sus retrógradas doctrinas, que son defendidas a cómo dé lugar por jaurías de esbirros que no están en la disposición -¿ni la capacidad?- de detenerse a echar una mirada crítica sobre la vida y obra de sus ídolos. Es lo que está pasando en estos momentos con Gandhi.