Con todo lo que ocurre en el mundo actualmente, resulta difícil creer que los tiempos que vendrán serán mejores, y parece que el optimismo sólo queda reservado para los ingenuos (y los fascistas). Cada día que pasa da más la impresión de que se acerca el final del orden de la democracia liberal y la Civilización —que algunos se molestan en apellidar "occidental", como si hubiera habido alguna otra—. Mejor dicho, cada vez se hace más patente el rechazo a los valores ilustrados.
Esta semana, el columnista del New York Times David Brooks escribió sobre la crisis de la Civilización (occidental), y ofrece una explicación bastante pormenorizada aunque precisa de cómo llegamos a esta crisis:
Hace décadas, muchas personas, especialmente en las universidades, perdieron la fe en la narrativa de la civilización occidental. Dejaron de enseñarla y el gran cinturón de transmisión cultural se rompió. Ahora muchos estudiantes, si la encuentran, se les enseña que la civilización occidental es una historia de opresión.
Los efectos de largo alcance que esto ha tenido son asombrosos. Es como si un viento prevaleciente, que alimentaba todas las naves en el mar, hubiera dejado de soplar repentinamente. Ahora han surgido varios enemigos dispersos de esos valores occidentales, y aparentemente no hay nadie que los defienda.
La primera consecuencia ha sido el surgimiento de los intolerantes, autoritarios que no sólo no creen en los valores democráticos de la narrativa de la civilización occidental, sino que ni siquiera pretenden creer en ellos, como hacían los dictadores anteriores.
[...]
En estos días, se supone que toda la idea de civ occidental es reaccionaria y opresiva. Todo lo que puedo decir es que si piensas que eso era reaccionario y opresivo, espera a un cargamento del mundo que está por venir.
Para profundizar el tema, Brooks recomienda el artículo sobre la deconstrucción de Occidente de Andrew Michta, quien se lamenta por la pérdida de confianza en la Civilización. No está de más su lectura.
En general, comparto el espíritu de ambos textos aunque, como de costumbre, matizo algunas cosas. Brooks, por ejemplo, dice que la plaza pública no debe ser teocrática aunque sí debe estar informada religiosamente (!), lo cual es un disparate: cualquier otra cosa que no sea la más estricta y absoluta separación del Estado y la religión es el inicio de la pendiente resbaladiza hacia la crisis de la Civilización, que tanto él como yo denunciamos.
Por su parte, Michta añora el patriotismo, que ha sido reemplazado por la indiferencia frente al lugar de nacimiento. Supongo que es una cuestión de perspectiva: si Michta hubiera nacido en Colombia, Somalia o Haití, seguramente alegrarse por ese hecho no tendría ningún sentido. Mientras que si yo hubiera nacido en Australia, Europa o EEUU, muy seguramente me sentiría bastante suertudo en la vida — creo que esa es una actitud sana y comprensible. Y lo contrario, ciertamente se presta para situaciones absurdas, como ese momento incómodo cuando un iraquí y un iraní defiendieron las libertades constitucionales americanas que dos gringos pretendían abolir. Ciertamente, no creo que haga falta estirar el argumento hasta llegar a las nociones tribalistas de patriotismo.
(vía Jonathan Haidt | imagen original: Soham Banerjee)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio
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