Cuando Alejandro Gaviria Uribe anunció su candidatura a la Presidencia de Colombia pensé que era una decisión valiente y un poco descabellada: los viudos de poder a 'izquierda' y derecha le harían la vida a cuadritos (a él, a su familia y a sus amigos más cercanos), tergiversarían sus logros, magnificarían sus desaciertos y le inventarían todo tipo de exabruptos, con tal de que la gente no votara por él. Inmediatamente después supuse que como Gaviria es ateo, la extrema derecha estaría enfilando baterías con toda la estigmatización y el odio a los no creyentes, y empecé a prepararme mentalmente para responder (de mala hostia) a las cadenas de WhatsApp que imaginé empezarían a pulular en los grupos de las familias advirtiendo sobre los presuntos males del laicismo y lo gravísimo que es "sacar a dios del gobierno y las escuelas", o disparates similares.
Ohh, ingenuo de mí — quien se estrenó con la ateofobia y la estigmatización a los ateos fue el caudillo Gustavo Petro, en un discurso que dio en Barranquilla para forjar alianza con la n-ésima secta que quiere llegar al poder para que las leyes de todos se ajusten a su particular interpretación de su libro sagrado.
Sin embargo, la mayor sorpresa vino por parte del propio Gaviria quien a los pocos días publicó un video en sus redes sobre su respeto a todas las creencias religiosas y... bueno, vean ustedes mismos: