Lamento tener tan descuidado el blog en estos días, pero tantos consejos de redacción, entrevistas que me toca hacer e ir de un lado para otro en la ciudad, no me permiten tenerlo tan actualizado como me gustaría.
Sin embargo, acá estoy con las últimas ocurrencias de este país en donde lo imposible es pan de cada día.
En primer lugar, los medios vuelven —sí, otra vez— a poner el tema de la salida negociada al conflicto e inflan a ese malhadado personaje que es Piedad Córdoba.
Que no: los terroristas tienen la obligación de soltar a los secuestrados (a quienes tenían, en primer lugar, como primera obligación, que respetarles su libertad). Soltar terroristas ya atrapados es burlarse de los esfuerzos de las Fuerzas Armadas y aumentar el pie de fuerza de la guerrilla. Aún más importante: los seres humanos no somos mercancías, así que no somos objetos de 'canje', 'intercambio' o nada parecido. Por si fuera poco, el Estado no debe volver a cometer el error de perdonar los actos de terrorismo, por muy débil o cercado que se encuentre un grupo guerrillero o paramilitar. Si no se rindieron cuando eran fuertes y tenían un gran pie de fuerza, que se atengan a las consecuencias de sus actos. Se rinden para preservar la vida y no por ninguna especie de arrepentimiento por todas las atrocidades cometidas. Dejarlos entrar a la vida civil supone un riesgo mayor para los ciudadanos que hemos tenido la inmensa fortuna de conservar nuestra libertad y pone de manifiesto que el Estado es completamente incompetente para proteger a sus ciudadanos, razón primera de su existencia, por lo cual no hay ningún motivo válido para seguirlo manteniendo. Mejor dicho, ¡apague y vámonos!
En segundo lugar, resulta que a los que fraguaron la delictiva segunda reelección y cambio constitucional con nombre propio, ahora no serán juzgados como autores, sino simplemente como cómplices.
En tercer lugar, no sabemos ni poner nombres: El municipio Agua de Dios completa cuatro días sin agua. Si dios no existe, pues obvio no podían tener agua. Mejor le hubieran puesto Sequía Real. Las cosas no pasan con desear que pasen, ni siquiera rezando.
El fanático, tinterillo con diploma y procurador, Alejandro Ordóñez se pronuncia en contra de la adopción por parte de parejas del mismo sexo. No es de extrañar que un cristiano se muestre intolerante con una manifestación de la más sencilla naturaleza humana como el amor. No espero que eso cambie.
Y quinto. No sólo hay municipios sin agua, sino que nos estamos encargando de que el resto del país siga por ese camino: Colombia ha perdido en bosques el equivalente a dos Jamaicas y media. La sobredeforestación está acabando con lo poco respetable y rescatable de este país: la biodiversidad.
Sin embargo, acá estoy con las últimas ocurrencias de este país en donde lo imposible es pan de cada día.
En primer lugar, los medios vuelven —sí, otra vez— a poner el tema de la salida negociada al conflicto e inflan a ese malhadado personaje que es Piedad Córdoba.
Que no: los terroristas tienen la obligación de soltar a los secuestrados (a quienes tenían, en primer lugar, como primera obligación, que respetarles su libertad). Soltar terroristas ya atrapados es burlarse de los esfuerzos de las Fuerzas Armadas y aumentar el pie de fuerza de la guerrilla. Aún más importante: los seres humanos no somos mercancías, así que no somos objetos de 'canje', 'intercambio' o nada parecido. Por si fuera poco, el Estado no debe volver a cometer el error de perdonar los actos de terrorismo, por muy débil o cercado que se encuentre un grupo guerrillero o paramilitar. Si no se rindieron cuando eran fuertes y tenían un gran pie de fuerza, que se atengan a las consecuencias de sus actos. Se rinden para preservar la vida y no por ninguna especie de arrepentimiento por todas las atrocidades cometidas. Dejarlos entrar a la vida civil supone un riesgo mayor para los ciudadanos que hemos tenido la inmensa fortuna de conservar nuestra libertad y pone de manifiesto que el Estado es completamente incompetente para proteger a sus ciudadanos, razón primera de su existencia, por lo cual no hay ningún motivo válido para seguirlo manteniendo. Mejor dicho, ¡apague y vámonos!
En segundo lugar, resulta que a los que fraguaron la delictiva segunda reelección y cambio constitucional con nombre propio, ahora no serán juzgados como autores, sino simplemente como cómplices.
En tercer lugar, no sabemos ni poner nombres: El municipio Agua de Dios completa cuatro días sin agua. Si dios no existe, pues obvio no podían tener agua. Mejor le hubieran puesto Sequía Real. Las cosas no pasan con desear que pasen, ni siquiera rezando.
El fanático, tinterillo con diploma y procurador, Alejandro Ordóñez se pronuncia en contra de la adopción por parte de parejas del mismo sexo. No es de extrañar que un cristiano se muestre intolerante con una manifestación de la más sencilla naturaleza humana como el amor. No espero que eso cambie.
Y quinto. No sólo hay municipios sin agua, sino que nos estamos encargando de que el resto del país siga por ese camino: Colombia ha perdido en bosques el equivalente a dos Jamaicas y media. La sobredeforestación está acabando con lo poco respetable y rescatable de este país: la biodiversidad.
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