Desde que fue elegido Papa, Jorge Mario Bergoglio —alias Francisco— ha mantenido una campaña populista y de buenrrollismo, que resulta irritante porque hace parecer progresista al mayor representante de la caverna en el mundo. ¡Y la gente se lo cree! Su elección respondió a la estrategia católica de moderar cómo dicen las cosas y renovar su imagen, para que esta no parezca tan anquilosada en la prehistoria — básicamente la misma jugada de relaciones públicas del Concilio Vaticano II.
En una columna en el New York Times, Matthew Schmitz trae una buena noticia — a pesar de estos esfuerzos, sigue habiendo un descenso demográfico de católicos (al menos en EEUU). Schmitz concluye que el papa Frank ha fracasado en su misión de recuperar borreguitos: