No sé por qué los padres tienen esa distorsionada concepción de que sus hijos son en cierta medida de su propiedad.
No lo son. También son personas por quienes tienen que velar, no más. Y velar por ellos no significa tener que someterlos a las supersticiones que suscriben los papás ni adoctrinarlos en nocivas creencias.
Bautizar a un niño, hacerlo parte de una religión -cualquiera que sea la secta-, también es maltrato infantil. Es amputarle un mundo de posibilidades, sesgar su forma de conocer el mundo y muy probablemente someterlo a prejuicios y nociones arbitrarias y estúpidas.
No es que eso alguna vez haya sido un problema para la religión. Podemos tomar el ejemplo de un reportaje de El Tiempo sobre
dos monjas que para adoctrinar a los niños los entretienen con partidos de fútbol: