Si creían que las religiones no podían caer más bajo que bautizar recién nacidos indefensos para sumarlos a sus filas de descerebrados, se equivocaron.
Resulta que los mormones bautizan póstumamente. O sea, uno puede ser un ateo irredento y después de morir lo harían parte de la secta mormona. Ese fue el caso de Edward Davies suegro del republicano Mitt Romney, que despreciaba toda superstición organizada y que fue bautizado póstumamente por la secta del candidato presidencial. (Pero no hay de qué preocuparse en ese caso, ya que
Bill Maher desbautizó al suegro de Romney [min. 3:15], sin duda la ceremonia más hilarante que he visto en mi vida.)
Otro caso es el de Anna Frank y los padres de Simón Wiesenthal.