A menudo, las personas me dicen que me tomo lo del laicismo muy a pecho, que los servidores públicos tienen derecho a tener una religión (algo que yo no he negado), que soy intransigente (sí, cuando se trata de los servidores públicos cumpliendo la Constitución, lo soy), que soy un exagerado, que no corro peligro por no creer y otros tantos argumentos para que deje de denfeder la estricta separación entre el Estado y la superstición.
Bueno, pues se equivocan. Sí puedo ser perseguido y enfrentar injustamente un proceso penal por el simple hecho de no creerme la estupidez de un
zombie judío y por despreciar las consecuencias del cristianismo. Ya
le pasó a dos jóvenes en Santa Marta: