Anoche estuve en un matrimonio -de hecho, en la celebración posterior puesto que
no asisto a ritos religiosos y dio lo mismo, toda vez que recibí no sé cuántas bendiciones, como si no cargara ya uno muchas cruces, y hubo no sé cuántas oraciones- y mi umbral para aguantar estupideces supersticiosas fue abusado de una forma no normal.
Para ver si consigo quitarme este dolor de cabeza y guayabo moral, traduzco las palabras de Sadie Smythe. Ella tiene lo que se llama un
matrimonio abierto y fruto de él, una hija de 11 años. Sobre la experiencia de tener un matrimonio abierto escribe un
blog desde el 2008 que yo sigo desde hace unos meses, ha escrito
un libro y va para el segundo. Pues me ha llamado la atención
su artículo sobre diseñar las propias relaciones: