A pesar de todas las voces que opinan lo contrario, lo cierto es que Bogotá me parece una ciudad invivible. Quedarnos con una capital que no era puerto -ni marítimo, ni fluvial- y que estaba empotrada en medio de tres cordilleras, a 2600 metros de altura sobre el nivel del mar en lo que alguna vez fue un gigantesco lago con un alto promedio de precipitaciones fue una receta para el fracaso a prueba de errores.
Sin embargo existe la corriente buenrollista de hacer de Bogotá un ejemplo de vida, de decir que es la Atenas de América Latina y un resto de afirmaciones grandilocuentes para una ciudad, capital y dizque metrópolis cuyos centros comerciales cierran a las 9 de la noche. Como se acaba de conocer que la ciudad es la tercera más costosa de América, Miguel Gómez, Representante de la Cámara y profesor universitario
plantea unas inquietudes con respecto a la relación inversamente proporcional costo-calidad de vida de la ciudad, que me parecen acertadas: