Uno de los episodios recientes que advertía sobre el inminente choque de culturas entre la civilización y la barbarie fue el de la
publicación de las caricaturas del Jyllands-Posten, cuando el periódico danés publicó varias caricaturas de
Mahoma, que llevaron a la amenaza de varios de sus autores (y que, al igual que ocurrió con la
fatwa contra
Salman Rushdie en 1989 y
volvió a ocurrir con
Charlie Hebdo en 2015, fue justificado o incluso visto como apropiado por varias personas en Occidente).
Hasta ahora, quienes entendemos que la libertad de expresión está por encima de cualquier sentimiento de ofensa o blasfemia —porque, de lo contrario, no sería libertad de expresión—, habíamos visto en el
Jyllands-Posten un medio que, al igual que
Charlie Hebdo, había tomado una valiente postura en defensa de la libertad de expresión. Parece que ese no fue el caso.
Flemming Rose, exeditor cultural del
Jyllands-Posten, quien estuvo a cargo de las caricaturas en su momento, acaba de publicar su libro
De Besatte (
Los poseídos), en donde cuenta que, mientras el
Jyllands-Posten defendía la libertad de expresión de dientes para afuera, la
censura reinaba en la redacción: