Desde que Donald Trump asumió la presidencia de EEUU, su escasa semana en el poder ha sido un asalto a la Ilustración, y todavía nos quedan cuatro años de esta salvajada —a no ser que los Republicanos superen el partidismo y faciliten un impeachment, que no parece muy probable—. Además de su asalto a los derechos reproductivos y a la inmigración desde siete países musulmanes que no son los mayores productores de terrorismo islámico, el nuevo ocupante de la Casa Blanca empezó a librar una feroz guerra contra la ciencia (y eso es mucho viniendo de cualquera que haya vivido mientras Bush Jr. hacía de las suyas).
Entre muchas de las respuestas a este frente de batalla de la administración Trump, un grupo de personas empezó a llamar a una Marcha por la Ciencia. Hasta ahí, bien: estamos de acuerdo en que la ciencia es importante y merece ser defendida de los embates del oscurantismo.
El problema surge cuando rascamos un poco la superficie de esta Marcha. Aunque la convocatoria fue hecha por Facebook, también se activaron una cuenta de Twitter y un blog en nombre de la Marcha. Y ahí las cosas se ponen turbias.