Aparentemente, este año hemos borrado casi 200 años de civilización, con la renuncia a los valores democráticos bajo las más variopintas excusas, todas igual de endebles y absurdas. El síntoma más revelador de este estado de cosas es el incremento de la aceptación social del chovinismo, y cómo se han vuelto aceptables cosas que antes habrían sido impensables. Por ejemplo, la idea de que las personas sólo tienen derecho a las garantías democráticas si sus opiniones son (políticamente) correctas.
El tema de este año ha sido el de golpear nazis, desde que algún anónimo le metió un puñetazo al supremacista blanco Richard Spencer. (Sí, ya sé que hay diferencias entre neonazis, supremacistas blancos, separatistas blancos, y demás escorias similares, pero para efectos de esta página, esas son distinciones sin diferencia, y por eso trato los términos de manera indistinta).
Algunos incluso han abrazado la impostura posmoderna de que las palabras son violencia (no lo son) y con una interpretación amañada de la paradoja de la tolerancia han llegado a la conclusión de que se puede golpear a las personas por sus opiniones.
Aquí empieza una pendiente resbaladiza porque, irónicamente, quienes creen que es legítimo golpear a alguien por sus opiniones nazis, con alarmante frecuencia asumen que quienes no compartimos esa postura, necesariamente seríamos nazis. Y como creen que es legítimo golpear nazis, van por ahí golpeando a todas las personas que les parezcan nazis o discrepen con ellos sobre golpear nazis. Prácticamente, discrepar de ellos sería ser nazi (!), y por ahí todos terminaremos con un ojo morado cuando menos.
Lo peor de todo es que estos supuestos declarados enemigos del fascismo no consiguen entender que recurrir a la violencia como acto reflejo es una admisión tácita de que no pueden ganarles en el plano de las ideas, que, después de todo, no tienen la superioridad moral con la que inflan el pecho para arrogarse el derecho a ir golpeando gente a diestra y siniestra; que han rebajado su postura al nivel de eso mismo que pretenden derrotar. Y es un espectáculo lamentable de observar, en especial porque sí existen alternativas a golpear nazis. Pero si no puedes ganarles en el plano de las ideas (y es casi seguro que no puedes ganarles por los medios violentos, porque eso es lo que ellos quieren, lo que pretenden conseguir y para lo que se han venido preparando) ciertamente no estás en condiciones de imaginar ni una sola alternativa democrática y legítima para lidiar con supremacistas blancos.
Así que aquí hay una lista con una cuantas sugerencias — para que esos minicerebros de alcornoque no se sobrecalienten de sólo pensar que hay alternativas a la violencia y que esta sólo debe ser el último recurso (y preferiblemente con un sistema efectivo de rendición de cuentas). Sin más preámbulo, las alternativas a golpear nazis: