sábado, 2 de septiembre de 2017

Alternativas a golpear nazis



Aparentemente, este año hemos borrado casi 200 años de civilización, con la renuncia a los valores democráticos bajo las más variopintas excusas, todas igual de endebles y absurdas. El síntoma más revelador de este estado de cosas es el incremento de la aceptación social del chovinismo, y cómo se han vuelto aceptables cosas que antes habrían sido impensables. Por ejemplo, la idea de que las personas sólo tienen derecho a las garantías democráticas si sus opiniones son (políticamente) correctas.

El tema de este año ha sido el de golpear nazis, desde que algún anónimo le metió un puñetazo al supremacista blanco Richard Spencer. (Sí, ya sé que hay diferencias entre neonazis, supremacistas blancos, separatistas blancos, y demás escorias similares, pero para efectos de esta página, esas son distinciones sin diferencia, y por eso trato los términos de manera indistinta).

Algunos incluso han abrazado la impostura posmoderna de que las palabras son violencia (no lo son) y con una interpretación amañada de la paradoja de la tolerancia han llegado a la conclusión de que se puede golpear a las personas por sus opiniones.

Aquí empieza una pendiente resbaladiza porque, irónicamente, quienes creen que es legítimo golpear a alguien por sus opiniones nazis, con alarmante frecuencia asumen que quienes no compartimos esa postura, necesariamente seríamos nazis. Y como creen que es legítimo golpear nazis, van por ahí golpeando a todas las personas que les parezcan nazis o discrepen con ellos sobre golpear nazis. Prácticamente, discrepar de ellos sería ser nazi (!), y por ahí todos terminaremos con un ojo morado cuando menos.

Lo peor de todo es que estos supuestos declarados enemigos del fascismo no consiguen entender que recurrir a la violencia como acto reflejo es una admisión tácita de que no pueden ganarles en el plano de las ideas, que, después de todo, no tienen la superioridad moral con la que inflan el pecho para arrogarse el derecho a ir golpeando gente a diestra y siniestra; que han rebajado su postura al nivel de eso mismo que pretenden derrotar. Y es un espectáculo lamentable de observar, en especial porque sí existen alternativas a golpear nazis. Pero si no puedes ganarles en el plano de las ideas (y es casi seguro que no puedes ganarles por los medios violentos, porque eso es lo que ellos quieren, lo que pretenden conseguir y para lo que se han venido preparando) ciertamente no estás en condiciones de imaginar ni una sola alternativa democrática y legítima para lidiar con supremacistas blancos.

Así que aquí hay una lista con una cuantas sugerencias — para que esos minicerebros de alcornoque no se sobrecalienten de sólo pensar que hay alternativas a la violencia y que esta sólo debe ser el último recurso (y preferiblemente con un sistema efectivo de rendición de cuentas). Sin más preámbulo, las alternativas a golpear nazis:

Responder con mejores ideas


Si tus ideas son mejores que las diatribas absurdas de un cabecita rapada bueno para nada, demuéstralo — y el listón no está demasiado alto: no estás tratando de refutar una teoría científica ni nada remotamente similar. Por el contrario, tienes la mejor evidencia disponible de tu lado, y yo te recomendaría que la utilices.

Humor


Íntimamente ligado al punto anterior, aunque no es lo mismo. Como buena ideología autoritaria, ningún supremacismo sobrevive al humor, y el supremacismo blanco no es la excepción.

En los albores de la II Guerra Mundial, en 1940, Charles Chaplin estrenó El Gran Dictador, aún contra el consejo de los cobardes que le advirtieron que en los Estados Unidos e Inglaterra podría ser censurada para no provocar a Hitler. El Gran Dictador fue la tercera película de mayor recaudación de ese año en EEUU.

Pocas cosas sirven tanto para vacunar contra las malas ideas como el humor, demostrando lo absurdas y ridículas que son esas malas ideas. No es casualidad que haya una correlación entre el humor y la confianza en la democracia. Tampoco es casualidad que a medida que la izquierda regresiva ha ido ganando terreno y se ha impuesto en las universidades americanas, los humoristas de ese país han dejado de visitar los campus paulatinamente (cuando no son censurados directamente por turbamultas de alumnos y profesores que no soportan que alguien diga algo medianamente ofensivo, ni siquiera si lo que el orador va a decir es respaldado por la evidencia).

Plantón alternativo


Uno de los primeros impulsos de cualquier persona decente que se entera de que va a haber un plantón, o marcha, o rally neonazi es el de organizar un contraplantón o marcha que choque con y contrarreste el de los trogloditas. La intención es buena, pero la ejecución es pésima: ya que vivimos en un munco mucho más decente de lo que el SJW promedio está dispuesto a admitir, estos movimientos supremacistas son minoritarios y requieren atención mediática para crecer... y no hay nada que llame más la atención de los medios de comunicación que un choque de plantones — lo peor que les puede pasar a los perdedores es que su pataleta sea ignorada.

Como estas reuniones atraen a los fracasados de la globalización (jóvenes frustrados, que sienten que el mundo les ha fallado y en muchas ocasiones ni lo entienden ni se sienten comprendidos), la mejor forma de restarle fuerza a una marcha nazi es hacer una marcha alternativa a una distancia prudente de la intolerante; una reunión que seguramente le robará la atención mediática que de otra forma le podría regalar a los plantones neonazis, y donde los jóvenes incomprendidos pueden ir y gritarle al mundo sin verse reclutados en la ideología más disparatada que el ser humano haya conocido.

Menos violencia, menos atención mediática para los nazis y menos reclutas.

Recaudar fondos


En 2014, los habitantes del pueblo alemán de Wunsiedel le dieron una calurosa bienvenida a los cerca de 200 neonazis que todos los años viajan hasta allá para celebrar el natalicio de Rudolf Hess, el canciller de Hitler, quien manchó a dicho pueblo al nacer allá. La razón era sencilla: por cada metro que los neonazis avanzaran, los habitantes de Wunsiedel donarían 10 euros a organizaciones dedicadas a combatir el extremismo y el racismo.

En esa ocasión se recaudaron cerca de $12.000 dólares americanos que fueron donados a la causa anti-nazi.


Y ni siquiera se requiere de una tremenda organización. En el reciente plantón convertido en tragedia en Charlottesville (Virginia, EEUU), la actriz Tina Fey le respondió a los manifestantes comprándose un pastel con la bandera americana en una pastelería de una minoría odiada por los racistas.

Compasión


Godless Mom tiene un post enteramente dedicado a esto: abundan las historias de antiguos neonazis y racistas que se han rehabilitado al mostrárseles compasión. Y no se trata de personas que apenas estaban entrando en el movimiento, no, no, no — hablamos de personas que ayudaron a construir el movimiento neonazi, que llegaron a ser sus líderes, que reclutaban jóvenes y los instruían para cometer actos de terrorismo, personas que ocupaban todo su tiempo libre en devaneos sobre limpieza étnica. Gente como Christian Picciolini, Arno Michaelis, Daniel Gallant, Shannon Martinez, Derek Black —el ahijado de David Duke—, Angela King, Tony McAleer, Bryon Widner, Frank Meeink, Maxime Fiset, y Felix Benneckenstein.

Muchos de ellos incluso luchan hoy contra el supremacismo a través de organizaciones como Life After Hate, para rehabilitar neonazis y ayudar a los jóvenes que quieren salir de las filas del supremacismo.

Ninguno de ellos abandonó la ideología del supremacismo blanco porque sus rostros fueran usados como sacos de boxeo — la abandonaron después de que aquellas personas que más odiaban (negros, judíos, gays, etc.) les mostraron compasión y empatía, el camino de la razón y la evidencia. Es gracias a las personas que se negaron a rebajarse al ejercicio de la violencia gratuita que hoy en día hay menos neonazis en el mundo, no a los cobardes que aplican la diplomacia del sándwich de nudillos.

Si estamos de acuerdo en que queremos que cada vez haya menos neonazis en el mundo, y tenemos un método que ha demostrado reducir el número de neonazis en el mundo, renunciar a él y reemplazarlo por violencia no es sino satisfacer la sed de sangre. Y quien recurre a ella, teniendo la otra alternativa al alcance, realmente no está interesado en reducir el número de neonazis y supremacistas blancos en el mundo. Creo que no es mucho pedirles que por lo menos sean honestos al respecto.

(imagen: Marvel Comics)

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Publicado en De Avanzada por David Osorio

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