Contra toda lógica, en los últimos años el Tribunal Europeo de DDHH (TEDH) se ha convertido en el defensor de oficio del tratamiento privilegiado y especial del que gozan algunos creyentes religiosos por el simple hecho de tener un dios aprobado o que es bien visto por las autoridades locales. En 2018, el TEDH dictaminó que criticar a Mahoma no era un ejercicio de libertad de expresión (!) sino una violación a la libertad religiosa (?), y en 2019 le negaron a la ciudadana holandesa Mienke de Wilde el aparecer en su foto de identificación con el tradicional colador de pasta típico pastafari.
Ya vimos que 2022 fue un pésimo año para la libertad de culto, y pues el TEDH no iba a dejar que terminara el año sin poner su granito de arena. Así que el 15 de diciembre publicaron no una sino dos sentencias negándole a los pastafaris de Austria el ejercicio de su libertad de cultos que cristianos, judíos y musulmanes dan por sentado.