sábado, 20 de diciembre de 2008

Cristianofobia

El filósofo nunca ha matado a un sacerdote, mientras que el sacerdote sí ha matado a muchos filósofos” – Denis Diderot

Gracias a las columnas de Daniel Coronell, María Jimena Duzán y Ramiro Bejerano, ahora sabemos que el tristemente célebre nuevo Procurador General de la Nación, Alejandro Ordoñez es la persona menos idónea para ocupar el cargo de Procurador, en vista de que sus convicciones —¿fanatismo?— religiosas lo hacen una persona poco tolerante, como se refleja en la quema de libros de la biblioteca Gabriel Turbay que fue liderada hace unos años por el nuevo Procurador.


En dicha quema, a la vieja usanza nazi, acabó con obras que contrariaban la moral como Marx, Rousseau, García Márquez y la biblia porque no cumplía con los estándares de la Católica Apostólica Romana.

Entre otros de los —vergonzosos— hechos por los que destaca el Sr. Ordóñez es por el hecho de quitar el retrato de Francisco de Paula Santander de la Sala Plena del Consejo de Estado mientras desempeñó la función de presidente de dicho órgano.
Cuando fue entrevistado, Ordóñez dijo que lo que había en el país era “cristianofobia” y que por eso le llovían tantas críticas.

Ordóñez olvida —o a lo mejor, prefiere no hacer público que añora— que somos los librepensadores los que hemos sufrido la persecución de los convencidos religiosos y no al revés. No fuimos nosotros los que perseguimos en la Santa Inquisición, sino los perseguidos. Fue Galileo el que fue perseguido y censurado. Newton era obligado en la universidad a sostener el dogma de la ‘Santísima’ Trinidad, obligación de la que fue exonerado más tarde por el rey. La obra de Copérnico fue condenada. Erasmo de Rotterdam no aceptó ser la figura más llamativa de la Reforma cuando Lutero se lo propuso, por miedo cómo pudiera reaccionar el Vaticano.

No me he enterado del primer caso de vendedores puerta a puerta de enciclopedias, sin embargo abundan los vendedores puerta a puerta de Biblias. Cuando uno muestra cierta reticencia con respecto a sus creencias, tratan de imponerlas.

Ha sido gracias al Vaticano y las Repúblicas Islámicas que la condena a la homosexualidad todavía es discusión en las Naciones Unidas.
Gracias las palabras de la Iglesia, el uso condones se ha demonizado y con esto se han facilitado la propagación de enfermedades de transmisión sexual y los embarazos no deseados.

Así que, a lo mejor, en lo único acertado en lo que podría estar Alejandro Ordóñez es en la palabra “Cristianofobia”. Los que no queremos que nos impongan su ideología —pero no por esto buscamos imponer la nuestra— tenemos unas cuantas razones para temer a un fanático devoto en un puesto tan importante. Y ojalá ardan en el infierno todos los senadores que lo eligieron.