Esta es una traducción libre del artículo Why Secularists Calling for a Christian Revival Are Wrong, de Helen Pluckrose, publicado en la revista Skeptic el 22 de octubre de 2025
Esta es una traducción libre del artículo Why Secularists Calling for a Christian Revival Are Wrong, de Helen Pluckrose, publicado en la revista Skeptic el 22 de octubre de 2025
Hace unos días hablaba con una amiga que expresó su desprecio por Disney. Según ella, las Princesas Disney habrían enseñado a su generación a asumir roles de género conservadores y machistas: mujeres sin agencia, cuyo propósito sería depender de un hombre que las proteja y decida por ellas.
No es una opinión aislada. Una búsqueda rápida en Google muestra que este es un pensamiento bastante popular: muchos creen que Disney ha condenado a las niñas —y ya no tan niñas— a patrones de dependencia, sumisión y obediencia. Si esto fuera cierto, sería gravísimo. Pero ¿lo es?
Cuando pedí evidencia, mi amiga mencionó que ella y varias conocidas repiten conductas poco favorables para sí mismas, sobre todo en temas de pareja, donde aún buscan al “Príncipe Azul” protector. Sin embargo, no existe un solo estudio revisado por pares publicado en revistas indexadas con alto factor de impacto que demuestre una relación causal entre consumir contenido Disney y reproducir estereotipos de género.
Además, creo que tenemos otras buenas razones para ser escépticos de que las Princesas Disney han sido un vehículo de lavado de cerebro masivo para la sumisión de toda una generación (o más).
Recientemente hubo un matrimonio en mi familia al que asistieron muchos parientes con quienes no me veía desde hacía años. Uno de ellos, con quien comparto una cosmovisión bastante similar, me cuestionó por qué no había asistido a la misa matrimonial: “es en lo que creen los novios, y si los hace felices, ¿por qué no asistir?”. Me preguntó también si acaso dejaría de ir a una boda temática, celebrada con disfraces de Avengers o de Star Wars.
Tal vez no lo haría. Aunque la diferencia entre creer en Thor o en Yoda y creer en Jesucristo radica en algo esencial: no existe un movimiento político que busque modificar las leyes en nombre de Mjölnir, ni campañas para prohibir conductas que ofenderían a Darth Vader.
Mientras el cristianismo —o cualquier otra religión— siga intentando que las leyes de todos se adapten a sus creencias privadas, no veo motivo para tratarlo como una creencia personal, peculiar e inofensiva, en vez de reconocerlo como lo que realmente es: un movimiento político.
Y nadie ilustra mejor ese uso de la religión para hacer política que el multimillonario Peter Thiel, quien se acaba de estrenar como profeta con una serie de charlas sobre el supuesto Anticristo. Curiosamente, según él, el Anticristo será alguien que promueva regulaciones para la industria tecnológica, y le parece normal que los ricos paguen su justa porción de impuestos.
Aunque las charlas eran privadas, alguien filtró una grabación al Washington Post, que reportó lo siguiente:
Ohh, aquí vamos otra vez… * pone los ojos en blanco *
Y cada vez, sin falta, un puñado de tipos que han trabajado en el Pentágono, la CIA, la Fuerza Aérea, y/u otras agencias militares y de inteligencia del gobierno de EEUU, se sientan en audiencia ante los Congresistas. También se llama a declarar a charlatanes del supuesto fenómeno ovni, quienes tienen un modelo de negocio muy creativo: han fundado compañías de 'investigación' paranormal, y cada vez que aparecen ante el Congreso piden que se les dé dinero de los contribuyentes al coro de "financien la investigación independiente". Así es como Robert Bigelow consiguió 22 millones de dólares, que despilfarró de manera espantosa.