Con su incesante necesidad de imponer su ridícula superstición al resto del mundo, los cristianos han hecho un esfuerzo impresionante para impactar las políticas de todos los países, garantizando la discriminación.
Es así como el matrimonio gay sigue siendo objeto de debate, todavía hoy, en pleno siglo XXI. El pequeño detalle es que la
Biblia no prohíbe el matrimonio gay, nunca, en ninguna parte de todo ese odio acumulado: