Desde antes de la
masacre en Charlie Hebdo venía pensando sobre los límites de la libertad de expresión. Algunos consideran que la libertad de expresión debe ser absoluta; yo no comparto esta postura, pues
todos los derechos están limitados por los derechos ajenos y la libertad de expresión no es la excepción.
Fue ese atentado terrorista (y sus justificaciones) lo que finalmente me impulsó a escribir sobre los límites a de la libertad de expresión —
callarnos es otra forma de darle munición a los fundamentalistas, porque serían la única voz estableciendo los límites de la libertad de expresión y, como hemos visto, los límites que ellos quieren se reducen más o menos a "prohibir todo lo que no me guste" (¡hola
estudiantes de UC Berkeley!).