Al parecer hemos encontrado un límite a la hasta ahora insaciable voracidad de las empresas dueñas de derechos de autor, que están dispuestas a atropellar la libertad de expresión y el acceso a los contenidos con tal de llevarse unos centavos de más (eyy, ¿quién dijo que era mucho que los gerentes de estas corporaciones tuvieran cinco mansiones?).
Y resulta que el único requisito para no ser víctima de estos famélicos cazadores de migajas es no ser un ciudadano del común:
Y resulta que el único requisito para no ser víctima de estos famélicos cazadores de migajas es no ser un ciudadano del común:


















