El domingo 18 de mayo, un bus en Fundación, Magdalena, explotó y segó la vida de 32 niños que transportaba.
Cada una de sus muertes es una tragedia, una familia arruinada, una esperanza perdida. El horrible episodio pone de manifiesto cómo la sociedad les falló a los niños en vida, y les sigue fallando después de muertos.