viernes, 23 de mayo de 2014

Los no-ángeles de Fundación y cómo les falló la sociedad



El domingo 18 de mayo, un bus en Fundación, Magdalena, explotó y segó la vida de 32 niños que transportaba.

Cada una de sus muertes es una tragedia, una familia arruinada, una esperanza perdida. El horrible episodio pone de manifiesto cómo la sociedad les falló a los niños en vida, y les sigue fallando después de muertos.

Los niños volvían de una convivencia de la iglesia pentecostal, más afanada por reclutar las mentes aún en formación de estos inocentes que por sus vidas o su salud. En primer lugar, los niños jamás debieron haber sido introducidos en ninguna religión siendo todavía menores de edad, sin tener los suficientes elementos de juicio para juzgar lo racional de la hipótesis de dios y si están dispuestos a insultar su inteligencia adorándolo. La sociedad les falló permitiendo que la voracidad de una iglesia por sangre fresca se antepusiera a sus derechos como personas. Su lugar era con sus familias, no en las garras de un pastor sinvergüenza que no puede esperar a convertir todas esas almas inocentes en diezmos.

Por si fuera poco, el paseo de la muerte fue un viaje de cinco horas, en un bus destartalado, sin SOAT, ni revisión tecnomecánica vigente, con sobrecupo y transportando ilegalmente pimpinas con gasolina, conducido por un señor sin licencia de conducción, que tiene al menos siete comparendos en su haber, y no tuvo reparo en poner a tanquear a los niños. La sociedad les falló al permitir que una persona tan tremendamente irresponsable estuviera a su cargo.

Para colmo de males, la memoria de los chiquitos no ha estado exenta de actitudes irresponsables y altamente cuestionables. Primero, los han deshumanizado - ya nadie habla de los niños sino de los "ángeles de Fundación". No; eran niños, fueron seres humanos de carne y hueso, y ya no volverán. Esa es la magnitud de esta tragedia y la sociedad le falla a la memoria de los niños al tratar de minimizarla o hacerla menos siniestra. Necesitamos enfrentarnos a la realidad tal como es, para poder tomar medidas acordes a ella.

Por si todo esto no fuera suficientemente malo, algunos consideran que la muerte de los niños fue una bendición de dios:



Porque preservar un trozo de papel al cargarse la vida de 32 niños es muuuuuuy amoroso.

Como guinda de este pastel de sufrimiento, muerte y escatología religiosa, la Policía Nacional consideró apropiado apelar al dios que no previno la tragedia, para darle las condolencias a los familiares de los niños muertos:

Expresamos las más sentidas condolencias a las familias de los niños de Fundación, Magdalena.
Dios les de fortaleza para mitigar esta dolorosa pérdida. #ColombiaDeLuto

Los niños nunca tuvieron ninguna opción de sobrevivir. Si el cuerpo estatal encargado de velar por el cumplimiento de las normas ni siquiera es capaz de cumplir con la más básica regla de todas -no promover la religión-, ¿cómo habría podido garantizar la seguridad de los menores? Y no es una cuestión baladí. Si el bus hubiera sido detenido por un agente de policía, el conductor perfectamente habría podido escapar alegando que estaba en una misión cristiana, cumpliendo la voluntad de dios y tenemos motivos para creer que el policía le habría dado vía libre. Cuando las leyes se aplican diferente a los ciudadanos, la corrupción está asegurada. La violación del laicismo es la garantía del trato desigual.

Algunos han argüido que esto es sacar provecho de la tragedia ajena para atacar la religión. La verdad, no. Hay que prevenir las tragedias y la mejor forma de hacer eso es examinar sus causas. Ya cursa una investigación a las entidades reguladoras de transporte y nadie en su sano juicio pensaría que es aprovechar las muertes de los niños para promover la regulación, o el keynesianismo o a las empresas de la competencia. Pues la religión no tiene un lugar especial (por lo menos no aquí), y la afirmación de que reclutar niños es nocivo no es desconocida para nosotros. Las garras de la religión también jugaron su parte en la muerte de los niños y si vinieron acá esperando un tratamiento especial o con pinzas para la superstición, están en el lugar equivocado. ¿Por qué sería aceptable criticar la ausencia de regulación efectiva pero tenemos que guardar solución de continuidad cuando se cuestiona otra de las causas de la tragedia, como el adoctrinamiento religioso?

¿A qué jugamos? ¿Realmente queremos prevenir más tragedias, o es que las muestras de empatía y desconsuelo sólo han sido postureo?

La sociedad le falló a los niños por completo. Y muchos parecen no estar por la labor de tomar medidas eficientes para evitar que algo así vuelva a suceder. Dice mucho sobre cuánto lamentan realmente la tragedia, ¿no?

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