No apoyo la tauromaquia. Y aunque moralmente estoy contra de esta práctica, desprecio aún más la idea de imponerle mi disgusto a los que disfrutan con ella. Pero parece que no hay forma de separar el prohibicionismo de la superioridad moral, así que nunca escasea el suministro de prohibicionistas — entre ellos no falta quien apela al bienestar de los niños para justificar imponerle su moral a los demás.
En el caso de la tauromaquia en Colombia, el último ejemplo de esta actitud fue dado por Mateo Córdoba Cárdenas, quien argumenta que la tauromaquia incita a la violencia y causa problemas psicológicos a los niños — sus argumentos no son muy sólidos: