viernes, 22 de agosto de 2014

La moda de no juzgar



Provocativa reflexión de Gad Saad:

Muchas personas son profundamente reacias a compartir una opinión, tomar una postura, o cometer el mortal 'faux-pas' de emitir un juicio. ¡Dios no lo quiera! Los clichés típicos incluyen "No quiero a juzgar", "¿Quién soy yo para juzgar?" y "No soy nadie para juzgar". La negativa a juzgar y la capacidad de evadirlo ad nauseam se considera admirable, ya que demuestra que eres una persona 'tolerante' y 'progresista', abierta a todos los puntos de vista. Juzgar es equiparado con el dogmatismo y la estrechez de miras. Yo sostengo que el ethos del perpetuo no-juicio es intelectualmente deshonesto si no francamente cobarde. Emitir juicios es una característica integral de lo que nos hace humanos. La historia del mundo se forma tanto positiva como negativamente por las personas que juzgan. Los grandes líderes no son indecisos proverbiales. Ellos juzgan. Ellos opinan. Ellos desafían. Luchan por su visión. Piensa en la persona más interesante que conozcas. Apuesto a que él/ella es obstinada y por lo tanto crítica. Es improbable que las personas que patológicamente no juzgan sean conversadores carismáticos.
...
¿De dónde se origina el actual zeitgeist de 'no juzgar' que es tan frecuente en algunos círculos occidentales? Puedo pensar en tres fuentes: 1) Hay varios pasajes en el Nuevo Testamento que hablan mal de juzgar a los demás, incluyendo el infame Pericope Adulteræ en el que Jesús amonesta a la multitud por juzgar a una adúltera que está a punto de ser lapidada hasta la muerte ("Aquel que esté libre de pecado que tire la primera piedra"), o Mateo 7:1-5: "No juzguen a nadie, para que nadie los juzgue a ustedes. Porque tal como juzguen se les juzgará, y con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes". Por supuesto, las personas que suscriben estos edictos de "no juzgar" ignoran las infinitas otras enseñanzas religiosas que son inherentemente críticas por definición.

2) La ética del relativismo cultural y moral, una forma de creencia religiosa secular entre la intelectualidad, rechaza la premisa de que podemos juzgar las prácticas de 'el otro', no sea que esto pueda ser interpretado como una forma de imperialismo cultural. Nada menos que Justin Trudeau, el actual líder del Partido Liberal de Canadá y primer ministro prospectivo del país, se ofendió por el uso de la palabra "bárbaro" para describir horribles prácticas religiosas/culturales tales como los crímenes de honor y la mutilación genital femenina. Este relativismo moral y cultural está profundamente incrustado en la familia Trudeau, ya que su padre, Pierre Elliott Trudeau, exprimer ministro de Canadá, fue un arquitecto clave en hacer que Canadá adoptara una política oficial de multiculturalismo [...], del cual, una característica central es extender la aceptación ilimitada a, y comprensión incondicional de, las prácticas y las creencias de los inmigrantes entrantes. Al parecer, es "intolerante", "racista" y "fóbico" criticar tradiciones religiosas y culturales que de otro modo son aborrecibles.

3) El posmodernismo es otro movimiento 'intelectual' que rechaza cualquier "forma privilegiada de conocimiento". Todo es relativo, excepto, por supuesto, la única verdad universal de que todo es relativo (la ironía escapa a muchos posmodernistas). Este movimiento anticiencia engendra el no juzgar, ya que todos los puntos de vista son aceptables, se valoran todas las formas de conocimiento, y todas las opiniones deben ser respetadas [...]. Los 'progresistas liberales' no juzgan. Ellos aceptan y toleran.

En La sociedad abierta y sus enemigos, el filósofo de la ciencia Karl Popper famosamente declaró: "la tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada aún a aquellos que son intolerantes, si no estamos preparados para defender una sociedad tolerante contra el ataque de los intolerantes, entonces, el tolerante será destruido, y la tolerancia con ellos". Inherente a su brillante cita está la noción de que como seres pensantes somos capaces de emitir juicios en cuanto a la diferencia entre ideologías tolerantes e intolerantes. Como explico en otro de mis artículos de Psychology Today, nuestra capacidad de discriminar es un rasgo perceptual y cognitivo evolucionado. Juzgar es una característica central de nuestra capacidad para discriminar entre ideologías tolerantes e intolerantes, potenciales socios comerciales morales versus inmorales o futuros cónyuges confiables o no confiables. Navegar a través de las complejidades de la vida diaria es juzgar innumerables estímulos, objetos, ideas, creencias y personas. Lamentablemente, como sucede a menudo en un idioma, una palabra puede llevar dos significados, uno de los cuales es positivo y el otro negativo (por ejemplo, el orgullo tiene dos connotaciones). En el caso de "juzgar", el término se asocia en gran medida con sus implicaciones negativas, mientras que su otro significado, más neutro, en gran parte se ha borrado de nuestro léxico colectivo. Sí, en algunos casos juzgar es errar. En otros casos, la suspensión del juicio está mal cuando no es directamente inmoral. ¡Ahí, he juzgado!

Nuestros cerebros evolucionaron para hacer juicios de valor — siempre que se hagan basasdos en una nutrida cantidad de elementos de juicio y la mejor evidencia disponible, juzgar no debería suponer ningún problema.

(Imagen: El Juicio Final)

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.