domingo, 1 de noviembre de 2015

Cuestionando el consejo dietético convencional



Durante los últimos 35 años, la recomendación nutricionista oficial ha sido comer menos grasa y menos productos de origen animal (carne, lácteos, huevos), reduciendo la ingesta de calorías, e incrementar la ingesta de alimentos de origen vegetal (frutas, verduras, granos y aceites vegetales).

Sin embargo, las críticas a esta ortodoxia cada vez han sido más fuertes y, ahora que EEUU acaba de publicar sus últimas Directrices Dietéticas repitiendo el mismo consejo, Nina Teicholz ha publicado un devastador análisis en el British Medical Journal; retomo apartes que me parecen interesantes.

Grasas saturadas


Varios papers importantes, incluyendo un metaanálisis y una revisión de la literatura no pudieron confirmar una asociación entre las grasas saturadas y las enfermedades del corazón. Una revisión sistemática, aunque encontró que las grasas saturadas sí tienen un efecto sobre los eventos cardiovasculares, no pudo confirmar ningún efecto sobre la mortalidad cardiovascular

Las restricciones a las grasas saturadas han sido la base de la política nutricional desde las primeras directrices en 1980 y han tenido un papel dominante en la determinación de qué alimentos, tales como productos lácteos bajos en grasa y carnes magras, son considerados "saludables".

Un ensayo clínico grande y controlado, la Iniciativa de Salud de la Mujer (WHI, su sigla en inglés), que incluyó a casi 49.000 personas y alcanzó un consumo significativamente menor de grasa saturada en el grupo de intervención en comparación con los grupos de control, no observó ningún beneficio para este grupo en la incidencia de eventos coronarios de enfermedad cardíaca y el total de enfermedades cardiovasculares fatales y no fatales, incluido el accidente cerebrovascular.

Cerca de 49.000 mujeres siguieron una dieta baja en grasas y rica en frutas, vegetales y granos durante un promedio de siete años, al final de los cuales los investigadores no encontraron ninguna ventaja significativa de esta dieta para bajar de peso, la diabetes, enfermedades del corazón o un cáncer de cualquier tipo. Los críticos rechazan este ensayo, por diversas razones, incluyendo el hecho de que el consumo de grasas no difiere lo suficiente de manera significativa entre los grupos de intervención y control, pero el porcentaje de calorías de grasa y de grasa saturada fue de más de un 25% menor en el grupo de intervención que en el grupo de control (26,7% v 36,2% de grasa total y 8,8% v 12.1% para grasas saturadas). Los resultados de la WHI han sido confirmados por otros estudios importantes y por lo tanto son difíciles de descartar.

Tres metaanálisis concluyeron que las grasas saturadas no aumentan la mortalidad cardiovascular.

Hay muchos grandes estudios, aleatorizados, controlados y públicos sobre grasas saturadas y enfermedades cardíacas de los Sesenta y los Setenta. Tomados en conjunto, estos estudios siguieron a más de 25.000 personas, a algunas por hasta 12 años. Son unos de los estudios de nutrición más ambiciosos, bien controlados jamás realizados. Estos estudios mostraron resultados de salud mixtos para grasas saturadas, pero los primeros análisis críticos, entre ellos uno por la Academia Nacional de Ciencias, que advirtió del estado inconcluso de la evidencia sobre grasas saturadas y enfermedades cardíacas, fueron desestimados por la USDA cuando puso en marcha las primeras directrices dietéticas en 1980.

Por lo menos, ha habido tres estudios financiados los Institutos Nacionales de Salud con unas 50.000 personas que muestran que una dieta baja en grasa y grasas saturadas es ineficaz para luchar contra enfermedades cardíacas, la obesidad, la diabetes o el cáncer.


Dietas bajas en carbohidratos


Aunque este tema es importante, las Directrices pasan rápidamente sobre él y niegan su importancia. Sin embargo, hay hallazgos importantes.

Por ejemplo, un metaanálisis y una revisión crítica concluyeron que las dietas bajas en carbohidratos son mejores que otros enfoques nutricionales para controlar la diabetes tipo 2, y dos metaanálisis llegaron a la conclusión de que una dieta baja en carbohidratos entre moderada y estricta es altamente eficaz para lograr la pérdida de peso y la mejora de la mayoría de los factores de riesgo de enfermedades cardíacas en el corto plazo (seis meses).

Los beneficios de la pérdida de peso con diferentes dietas tienden a converger en el largo plazo (12 meses), según diversas revisiones, pero un metaanálisis reciente encontró que si los carbohidratos se mantienen "muy bajos", la pérdida de peso es mayor que con una dieta baja en grasas mantenida durante un año.

Contra la carne


Según Teicholz, la forma como el comité aborda la evidencia sobre grasas saturadas y dietas bajas en carbohidratos refleja un aparente fracaso para hacer frente a cualquier evidencia que contradiga el planteamiento nutricional oficial de los últimos 35 años (reducir la ingesta de calorías e incrementar la de más alimentos de origen vegetal) y, en ese sentido se explica la propuesta desaconsejando el consumo de carne.

Al preguntar si la reducción del consumo de carne se traduciría en una mejor salud, resulta que en la Biblioteca de Evidencia Nutricional (NEL, sigla en inglés) no se ha hecho ninguna revisión sistemática sobre el impacto de la carne en la salud. Aunque varios análisis revisan los "productos de proteína animal", estas revisiones incluyen huevos, pescado y productos lácteos y, por tanto, no aíslan los efectos de la carne sobre la salud.

Yo me tomaría este comentario de Teicholz con algo de escepticismo pues, como acabamos de ver, la IARC revisó 800 estudios sobre carnes rojas y procesadas. Al preguntarle a Teicholz al respecto, me respondió que la IARC es un organismo diferente —que es cierto, pero no hace que esos 800 estudios desaparezcan o dejen de encontrar conclusiones—. Aprovecho para señalar que, aunque la IARC haya encontrado que un alto consumo de carnes rojas podría causar cáncer colorrectal, reducir o eliminar su consumo no reduce el riesgo de cáncer de manera significativa.

La propia Teicholz también me señaló que los pocos estudios aleatorizados y controlados que existen al respecto mostraron que una reducción del consumo de carne no ofrece beneficios para la salud.

Es importante destacar que para apoyar la idea de que la carne roja afecta la salud, se cita repetidamente un ensayo aleatorizado llevado a cabo en España. Sin embargo, este estudio no redujo el consumo de carnes rojas y procesadas en el grupo experimental, en comparación con el grupo control, por lo que no sustenta la afirmación del daño de las carnes rojas. Además, las propias Directrices Dietéticas muestran que las dietas altas en carnes rojas tienen un número aproximadamente igual de beneficios asociados a la salud que las dietas bajas en carnes rojas.

Las dietas recomendadas


Las Directrices Dietéticas también traen tres dietas recomendadas: la "dieta vegetariana saludable", la "dieta mediterránea saludable", y la "dieta estadounidense saludable"; pero resulta que estas recomendaciones son más bien cuestionables.

Existe una revisión de la NEL de una dieta vegetariana saludable, pero concluye que la evidencia de los poderes de esta dieta para combatir la enfermedad sólo es "limitada", que es el rango más bajo para los datos disponibles. Por otra parte, aunque la NEL efectuó ocho revisiones de frutas y verduras, ninguna encontró evidencia fuerte (grado 1) para apoyar la afirmación de que estos alimentos pueden proporcionar beneficios para la salud.

En general, la calidad de la evidencia que apoya las tres dietas recomendadas por el informe es limitada. El comité soló pudo encontrar evidencia "limitada" a "no asignable" que demuestre que sus dietas protegen contra la osteoporosis, anomalías congénitas o enfermedades neurológicas o psicológicas. La revisión de la NEL sólo encontró o evidencia "limitada" o "insuficiente" de que las dietas podrían combatir la diabetes.

¿Sirven estas dietas para perder peso? En tres ensayos y una revisión de la AHA/ACC se concluyó que en comparación con otras dietas, las recomendadas por las Directrices Dietéticas ofrecían, a lo sumo, una ventaja marginal en la lucha contra la obesidad (menos de una libra durante períodos de prueba que duran hasta siete años).

¿Y cómo les va con las enfermedades cardiovasculares? Una vez más, se presentan varios estudios, pero ninguno apoya esta idea inequívocamente. Ocho ensayos revisados por la NEL incluyen un ensayo que no debió ser incluido porque carecía de un grupo de control comparable; hubo otros tres ensayos que no mostraron efectos beneficiosos sobre la salud cardiovascular distintos a una mejor presión arterial (y estudiaron poblaciones hipertensas); otro, también en personas hipertensas, mostró que las dietas recomendadas tuvieron peores resultados cardiovasculares que otras opciones que eran más altas en grasa o proteína monoinsaturada; uno mostró resultados mixtos sobre los factores de riesgo cardiovascular (aunque el colesterol de lipoproteínas de baja densidad cayó, también lo hizo el colesterol 'bueno' de lipoproteínas de alta densidad); y el más grande concluyó que la dieta era ineficaz para reducir el riesgo cardiovascular.

En conclusión, las dietas recomendadas son apoyadas por una cantidad minúscula de evidencia rigurosa que sólo apoya marginalmente las afirmaciones de que estas dietas pueden promover una mejor salud que las alternativas. Además, la revisión de la NEL de las dietas recomendadas desestima u omite datos importantes. El muy tradicional cherry picking.

Para los interesados, en su análisis, Teicholz también cuestiona las motivaciones detrás de los responsables de las Directrices, pues varios de sus autores reciben o han recibido fondos de empresas que venden productos vegetales y es alarmante que a estas personas no se les exija declarar posibles conflictos de intereses, por si le quieren echar un vistazo.

(vía The New Yorker)

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