Este fin de semana está mortal. Toda la semana en el trabajo ha sido dedicada a cubrir la Cumbre de las Américas. Y aunque normalmente los sábados no me toca trabajar, hoy ha sido un día agotador haciendo las galerías de la Cumbre.
Ayer trasnoché, hoy madrugué, y voy a trasnochar (las trasnochadas no son por razones laborales, claro) y mañana tengo la Cuarta Reunión Atea en Bogotá, así que no creo que vaya a tener muchas horas de sueño en lo que queda de finde. Pues estoy hasta la coronilla de la dichosa Cumbre. Y no porque ya esté aburrido con el tema, sino por el desarrollo del evento.
Aunque la idea de estas reuniones es convencer a los países de que abran sus mercados, en esta ocasión hubo dos temas que derrocaron el económico. El primero fue el del cambio en la política de drogas, lo cual salió muy mal:
Ayer trasnoché, hoy madrugué, y voy a trasnochar (las trasnochadas no son por razones laborales, claro) y mañana tengo la Cuarta Reunión Atea en Bogotá, así que no creo que vaya a tener muchas horas de sueño en lo que queda de finde. Pues estoy hasta la coronilla de la dichosa Cumbre. Y no porque ya esté aburrido con el tema, sino por el desarrollo del evento.
Aunque la idea de estas reuniones es convencer a los países de que abran sus mercados, en esta ocasión hubo dos temas que derrocaron el económico. El primero fue el del cambio en la política de drogas, lo cual salió muy mal: