A principios del 2013, Max, un inteligente niño de cuatro años inició su vida escolar en un colegio católico privado de Bogotá. Su madre siempre le ha inculcado verdaderos valores, como pensar por sí mismo y explicar el mundo de forma naturalista y científica. No es de extrañar que en mayo el colegio haya ascendido al pequeño de curso.
Pero ser buen estudiante no es suficiente para el colegio. Lo más importante es que se traguen el cuentico del amigo imaginario y Max no lo hace. Por eso, cuando se negó a ir a misa, lo torturaron psicológicamente y le hirieron el brazo. Su madre tuvo que dejar una reunión de trabajo para atender la indignación de las directivas del colegio: