Desde hace años, las iglesias evangélicas han querido hacer conciertos proselitistas a cargo del Estado y, aunque no se había establecido en las normas, Bogotá tuvo Bogotá Gospel hasta el 2012, cuando los defensores del laicismo fuimos recibidos con toneladas de amor cristiano en la forma de patadas, puños y destrucción de nuestra propiedad.
Desde entonces, Bogotá no paga conciertos Gospel —probablemente más por motivos políticos que por una real preocupación por la única garantía a la libertad de cultos—, protegiendo así los derechos de todos los contribuyentes.
El lobby cristiano viene trabajando para que todos los bogotanos les paguemos sus conciertos homófobos y machistas. Este fin de semana, esa pesadilla estuvo más cerca de hacerse realidad cuando el concejal y pastor Marco Fidel Ramírez presidió la sesión en la que se votaba el proyecto (!):