Aunque Pepe Mujica no es santo de mi devoción, mientras fue presidente de Uruguay no tuve noticias de que violara el laicismo establecido en el ordenamiento jurídico de su país —lo que habría sido el colmo, siendo un presidente latinoamericano abiertamente ateo—.
Sin embargo, su sucesor, Tabaré Vázquez, está volviendo al país por la senda del oscurantismo y el privilegio religioso: