lunes, 31 de diciembre de 2012

Obsolescencia programada al descubierto

El concepto de obsolescencia programada se ha ido haciendo su lugar en la mente de las personas (y más, gracias al video de Comprar, tirar comprar), ya que legitima el sentimiento de frustración de las personas con la duración de sus productos. Al parecer, todos quieren comprar cosas que duren toda la vida.

Pero, tal como nos recuerda Mauricio-José Schwarz, hay mucho más al respecto que malvados empresarios haciendo productos deliberadamente defectuosos para vender más:

La obsolescencia programada sólo es posible en ausencia total de competencia y dentro de una conspiración perfecta. Su mayor fracaso fue, por supuesto, el cártel Phoebus, que es la adoración de los conspiranoicos. Una serie de fabricantes de bombillas o focos eléctricos se pusieron de acuerdo en 1924 para reducir costos de producción, subir precios y limitar la vida útil de los focos a 1000 horas. En 1924 no sonaba tan descabellado, pero su inviabilidad se hizo evidente cuando otro grupo de fabricantes, la Luma Co-op Society, empezó a producir y vender bombillas más duraderas y más baratas.

¿Qué hace la industria? Los productos más baratos posibles (no siempre los precios se relacionan con el costo de producción, en la fijación de precios se consideran muchas otras cosas, principalmente cuánto es lo más que el consumidor está dispuesto a pagar por los productos), con la duración más razonable considerando entre otras cosas las modas, los avances tecnológicos, los cambios en gustos, etc. ¿Se puede hacer un refrigerador que dure 50 años? Sí, se puede, industrialmente existen. ¿Cuánto le costaría a una familia? Un dineral, sería un artículo de lujo. ¿Y si hay nuevas leyes para reducir los clorofluorocarbonos, reducir el gasto eléctrico, sistemas antibacterias, controles computarizados? Pues la familia tendría que verlos pasar con su refrigerador de 1980 porque no hay para comprar otro. Si yo veo a un fabricante haciendo refrigeradores que duren 50 años a un precio delirante con materias primas de primera y yo sé que las familias cambian de refrigerador razonablemente cada 8,5 años, es lógico, no malévolo, que yo trate de venderles un refrigerador más barato ahorrando lo posible en costos, con el mejor diseño y tecnología, y que dure unos 10 años máximo. No diseño para la perfección, sino para la lógica de uso.

El diseñador Ferdinand Porsche tenía una frase que viene al caso aquí. Decía que el automóvil de carreras perfecto era el que se caía en pedazos al cruzar la meta. Es decir, que usara al máximo de sus capacidades todos sus materiales y diseño. Un auto de carreras que puede seguir funcionando tiene un claro desperdicio respecto de su objetivo original: ganar una carrera.

El iPhone 3 funciona bastante bien. No puede ejecutar las apps más nuevas, pero ¿por qué iba alguien a querer las apps nuevas? ¿Por qué no conformarse con las que tenía cuando todas se hacían para él? Hay teléfonos de 2005 que funcionan muy bien para llamar por teléfono. Pero nadie los quiere. Queremos el iPhone 5 porque su funcionalidad nos ayuda al trabajo y a la diversión, a estar en contacto con nuestra gente, porque nos gusta, que es un derecho innegable. Nadie nos obliga a comprarlo, los productos anteriores no se han caído a pedazos como el coche ideal de Porsche. Quejarse de "me manipulan para comprar" es un poco bobo en esos términos.

Así que sí, los productos no se diseñan para que duren todo lo que pueden durar, pero esto no se debe a malevolencia sino a estrategias comerciales diversas. Cualquier fabricante que abuse (esto lo aprendió Apple casi tardíamente) es presa fácil de otro fabricante más listo, que esté dispuesto a abusar menos para ganar más, es decir, que en vez de ganar 100 dólares por cliente vendiéndole a un millón de clientes esté dispuesto a ganar 50 dólares vendiéndole a 10 millones de clientes. En 1924 eso era bastante más fácil, hoy, con una economía globalizada, tecnología en evolución acelerada, surgimiento y caída de empresas porque voló la mosca, parece casi imposible de establecer y menos de sostener a largo plazo.

Casos como el del cártel Phoebus ayudaron además al surgimiento de los movimientos de defensa del consumidor, las legislaciones sobre calidad, las normas internacionales, etc. Sin ser perfectos, todos estos elementos sirven para controlar, salvo excepciones, los más voraces instintos capitalistas. Precisamente por eso el neoliberalismo tiene como su principal bandera la "desregulación", es decir, que la sociedad deje de legislar cómo deben producir, etiquetar, validar, anunciar y comercializar sus productos, para poder ser mucho más abusivos de lo que son.

Que si lo son, pero tanto como el taxista que le da al turista una vuelta por la ciudad para sacarle unos billetes más, o el comerciante que miente en el peso, o el camarero que te mezcla restos de botellas y te los vende como una botella de vino recién descorchada. Que hay ambición, picardía, malevolencia y a veces incluso psicopatía es innegable, pero de allí a que se diga que los productos de los que disfrutamos no sirven para nada y que todos los fabricantes son unos guardias de campo de concentración media un largo trecho.

La idea conspiranoica de la obsolescencia programada no tiene en cuenta ninguno de estos elementos y ninguno de los avances, insuficientes pero reales, que se han logrado desde principios del siglo XX. Como suele darse con los movimientos contraculturales, sobresimplifica para no enredarse en complejidades, deshumaniza al adversario, omite datos, selecciona y cae en numerosas falacias que en nada ayudan a mejorar lo que está mal y a veces, incluso, son la coartada perfecta para el neoliberal cavernario que se queja de lo mal que lo tratan.

Así es, la obsolescencia programada no es más que conspiranoia pura y dura.

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