Hace unos días hablaba con una amiga que expresó su desprecio por Disney. Según ella, las Princesas Disney habrían enseñado a su generación a asumir roles de género conservadores y machistas: mujeres sin agencia, cuyo propósito sería depender de un hombre que las proteja y decida por ellas.
No es una opinión aislada. Una búsqueda rápida en Google muestra que este es un pensamiento bastante popular: muchos creen que Disney ha condenado a las niñas —y ya no tan niñas— a patrones de dependencia, sumisión y obediencia. Si esto fuera cierto, sería gravísimo. Pero ¿lo es?
Cuando pedí evidencia, mi amiga mencionó que ella y varias conocidas repiten conductas poco favorables para sí mismas, sobre todo en temas de pareja, donde aún buscan al “Príncipe Azul” protector. Sin embargo, no existe un solo estudio revisado por pares publicado en revistas indexadas con alto factor de impacto que demuestre una relación causal entre consumir contenido Disney y reproducir estereotipos de género.
Además, creo que tenemos otras buenas razones para ser escépticos de que las Princesas Disney han sido un vehículo de lavado de cerebro masivo para la sumisión de toda una generación (o más).















