Aunque he disfrutado los engaños del pene conceptual y de los estudios de agravios, me parece que las conclusiones de estos dos episodios han sido sacadas de toda proporción: ridiculizar los 'estudios' de género y demás disciplinas de agravios funciona porque esos campos de estudio (al menos en su expresión actual) ya son ridículos, pero no consigue explicar por qué son ridículos ni qué los hace diferentes a las formas legítimas de conseguir conocimiento.
En ambos casos, James Lindsay, Peter Boghossian y Helen Pluckrose le dieron la respuesta correcta a la pregunta equivocada. ¿Es el campo de los estudios de género un filón para la pseudociencia en donde se publicará cualquier disparate que acuse a los hombres, los blancos y a los cis-hetero de cualquier atrocidad, por absurdo que resulte, así sea un claro despropósito que niegue la más elemental biología? Y la respuesta es un rotundo sí.
Pero hay preguntas mucho más poderosas para explicar la total bancarrota intelectual del posmodernismo. Por ejemplo: