Durante el último plantón contra Alejandro Ordóñez, un colectivo feminista quemó una cruz, lo que llevó a que muchos activistas presentaran repudiaran el hecho y retrocedieran unos pasos. Yo no lo hice, y tampoco lo hizo la Asociación de Ateos y Agnósticos de Bogotá.
Ahora me he encontrado con un artículo en Desacato Feminista que rechaza de manera más frontal el llamado a respetar los símbolos cristianos:
Hay cosas que matizaría, pero en general me parece que hace un buen punto.
Ahora me he encontrado con un artículo en Desacato Feminista que rechaza de manera más frontal el llamado a respetar los símbolos cristianos:
¿Qué representa una cruz? Para mí, es un recordatorio de la institución que realizó la quema de brujas en la edad media, que apoyó y se benefició del colonialismo occidental, además de un ingrediente fundamental del racismo y la misoginia. Actualmente representa una institución anacrónica y desgastada que hace hasta lo imposible por esconder sus abusos sexuales, la opulencia de su jerarquía, su silencio frente a la desigualdad y la pobreza; y su injerencia en política, que condena a muerte por ejemplo, a mujeres pobres que no pueden tener acceso a abortos en condiciones seguras.
Lo pienso de nuevo y me pregunto: ¿me piden respeto hacia los símbolos que han sido utilizados en contra nuestra? ¿Me piden que respete una institución que ha usado todo su poder para quitarnos lo más básico que es la libertad de decidir sobre nuestro propio cuerpo? Si yo respeto las creencias religiosas de Ordoñez, de mi mamá, de las personas católicas, ¿Recibiré a cambio su respeto para que yo pueda abortar cuando lo desee? Si me aparto de quienes “irrespetan” los símbolos católicos ¿con quiénes voy a resistir y combatir este orden político y económico tan injusto y peligroso?
Al contrario de lo que dicen las compañeras de La Casa, considero que estas formas de manifestarnos si tienen peso político y quemar un pedazo de madera no es nada comparado con las injusticias de las que la iglesia es cómplice por “acción u omisión”. Al quemar ese símbolo se afirma que no tiene poder para determinar lo que hago con mi cuerpo. El argumento por medio del cual las compañeras “rechazan” el hecho es que “es imposible exigir y lograr respeto por los derechos propios cuando se están vulnerando y burlando los ajenos”… Y esta afirmación me reafirma en la idea de que el marco de los derechos es políticamente muy limitado: ¿Debo aguantar de manera impasible las agresiones externas para no violar los derechos de quien lo hace? ¿Debo tolerar las opiniones de quien no tolera las mías? ¿Debo hacerme del lado de los opresores cuando otras compañeras “atacan” sus símbolos por respeto a sus derechos?
Hay cosas que matizaría, pero en general me parece que hace un buen punto.
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