Oh-oh, hoy traigo malas noticias: el 20 de abril de 2020, el Día de la Tierra, Michael Moore estrenó oootra película, Planet of the Humans (El Planeta de los Humanos), que ha liberado gratuitamente en YouTube. La cinta, escrita y presentada por Jeff Gibbs (Moore es el productor ejecutivo, junto con Ozzie Zehner), pretende ser un documental que critica al movimiento ambientalista y su entusiasmo por las energías renovables.
Y, como no sorprenderá a nadie medianamente informado en el mundo, Planet of the Humans tiene todas las señas de identidad de un 'documental' de Michael Moore: desinformación, mentiras, medias verdades, difamación, tergiversaciones, golpes de efecto y una conclusión preestablecida con base en la cual se alinean todas las afirmaciones de la película.
En resumen, Planet of the Humans es una hora y cuarenta minutos de monserga moralista sobre lo inefectivas que son las energías renovables y la conclusión de que la única solución posible es un estricto control poblacional y limitar el consumismo... ese sueño húmedo de algunos occidentales opulentos que creen que hay virtud en pasar necesidades y vivir en estados de precariedad.
Mentiras y medias verdades sobre energías renovables
Planet of the Humans asalta las energías renovables, y en el proceso la verdad cae como su primera víctima. Por ejemplo, los defectos que en la cinta le atribuyen a la energía solar, son críticas a la energía solar de hace más de 10 años. Gibbs visita una granja de páneles solares en Lansing, Michigan, en donde dicen que en un año, una granja grande (una serie de 60 páneles, cada uno de 300 watts aproximadamente) sólo puede proveer energía para 10 casas... lo que era cierto con los páneles de 2008; pero desde entonces la energía solar ha avanzado tanto que su eficiencia es más del doble de la de ese momento y el exorbitante precio que mencionan en la película —un millón de dólares por pulgada cuadrada— se ha reducido a una fracción del costo. Lo que hacen Gibbs y Moore es un poco como criticar los smartphones de hoy con las críticas al primer iPhone.
La energía eólica tampoco se salva. Por ejemplo, el 'documental' recurre a archivo audiovisual de una granja de turbinas de viento oxidadas en Big Island (Hawái), para ilustrar su corto período de vida y el daño permanente que causan... y las presentan como si esto ocurriera hoy en día. Lo que la cinta no menciona es que esas turbinas fueron retiradas en 2012 y el espacio ahora es aprovechado por agricultores locales y su ganado.
La película cita a un experto alemán, quien dice que la energía eólica se queda corta para satisfacer la demanda de electricidad de su país. Para ilustrarlo, se pone un gráfico con las necesidades energéticas de Alemania, y cómo esta demanda se satisface casi en su totalidad con combustibles fósiles mientras que las fuentes eólicas palidecen en comparación. Los lectores más despiertos habrán notado que se está jugando con dos conceptos diferentes: una es la demanda de electricidad del país, y otra le demanda energética (que además del consumo de electricidad, incluye otros usos industriales de la energía, como el gas natural utilizado para la calefacción de edificios y la gasolina). Lo cierto es que la energía eólica produce casi el 30% de la electricidad del país, que no será la totalidad del consumo eléctrico o energético del país, pero es una cifra que tampoco resulta despreciable. La energía eólica representa más del 20% del consumo eléctrico de otros países europeos como Reino Unido, España, y Portugal; el 47% del consumo eléctrico de Dinamarca en 2019 fue energía eólica.
Planet of the Humans también cita el problema de la intermitencia: a saber, el problema de que las plantas solares sólo producen energía cuando hay sol, y las turbinas eólicas sólo la producen cuando el viento sopla. Es un problema real, y en el que se está trabajando actualmente para expandir la capacidad de almacenamiento de las baterías de gran escala; otra sugerencia que se ha hecho para "almacenar" energía es controlando los flujos de agua de las reservas hidroeléctricas.
Los problemas de las energías renovables que se plantean en la película se vuelven más apremiantes en la cinta porque las renovables no habrían cumplido su promesa de reemplazar 100% a los combustibles fósiles (?). Por ejemplo, Planet of the Humans denuncia que la planta de energía solar concentrada de Ivanpah (California) requiere energía de gas natural para ponerla en marcha cada mañana. También se preocupan porque los carros eléctricos cargados con electricidad generada mediante la quema de carbón siguen usando fuentes de energía que generan gases de efecto invernadero. Y no les parece aceptable que para fabricar los carros de Tesla o construir turbinas eólicas se requiera de combustibles fósiles.
Pero que Moore y Gibbs estén mal equipados para lidiar mentalmente con un espectro continuo de avances no significa que debamos echar dichos avances por la borda. Por ejemplo, ya existen plantas de energía solar concentrada que utilizan sal fundida para almacenar calor suficiente para mantener los generadores funcionando toda la noche (como la de Crescent Dunes en Nevada, ahí al lado de California). Y uno puede 'tanquear' su carro eléctrico con electricidad generada con renovables o energía nuclear. Es una transición, y cualquier persona que tenga una comprensión siquiera superficial de la palabra "proceso" podrá entender que aunque no hayamos dejado de utilizar los combustibles fósiles al 100% no significa que no se esté trabajando para reducir su uso tanto como sea posible. Para la muestra, ya se puede producir acero y células solares sin carbón; también se están desarrollando alternativas para producir cemento sin carbón, y la producción de turbinas eólicas ya está en capacidad de ofrecer estructuras pesadas con alternativas al cemento para sostenerlas y alternativas al acero para las hélices.
Así que lo de Moore y Gibbs no es más que la falacia del Nirvana, que en español castizo y coloquial conocemos con el dicho de que lo perfecto es enemigo de lo bueno: en la búsqueda de una solución perfecta, se desestiman las oportunidades de mejora (y de fracasos) necesarias para lograr cualquier objetivo. "¿Qué — todavía estamos usando combustibles fósiles? Ahh, bueno, entonces nada sirve; pasemos a controlar la población".
Y mira que hay preocupaciones legítimas sobre las energías renovables, aunque estas brillan por su ausencia en Planet of the Humans. Para mí, la más apremiante, es el hecho de que no estamos ni remotamente cerca de poder reemplazar toda la producción energética mundial con renovables, y que la única forma de salir de los combustibles fósiles tan rápido como sea posible pasa necesariamente por la energía nuclear y otras opciones a las que el activismo ambientalista mainstream les ha hecho el feo, y ha satanizado, como los transgénicos y la edición genética CRISPR.
Difamando con biomasa
Cuando no está impulsando desinformación sobre las energías renovables, Planet of the Humans pasa entonces a difamar activistas que las han impulsado. El caso concreto es sobre la biomasa, que hace años fue considerada una fuente de energía renovable; así que no es de extrañar que en su momento muchos activistas medioambientales la hayan impulsado.
La cinta de Moore y Gibbs denuncia a Bill McKibben como promotor actual la biomasa y de lucrarse con su ONG, 350.org. Desde por lo menos 2016, McKibben se ha opuesto públicamente a la quema de biomasa para generar electricidad y hasta ha sido atacado por los promotores de la biomasa — ninguna persona medianamente informada y mínimamente honesta representaría a McKibben y su organización como promotores de la biomasa como energía renovable; sin embargo, la oposición de McKibben a la biomasa sólo es mencionada durante los créditos de Planet of the Humans, como si él hubiera cambiado de posición durante la primera exhibición de la película.
En cuanto a que McKibben se esté lucrando con su fundación, es una afirmación gratuita — en su respuesta a la película, McKibben explica que es al revés: no sólo no ha tomado un centavo de 350.org, sino que él ha puesto de su propio dinero para que la organización crezca.
Pero McKibben y 350.org no son los únicos activistas ambientales atacados injustamente en Planet of the Humans; de hecho, a Sierra Club le va peor. La campaña Beyond Coal de Sierra Club, con la que han conseguido cerrar más de 300 plantas de carbón, es puesta en la mira porque su mayor donante es Michael Bloomberg (sí, ese Michael Bloomberg). ¿Y qué tiene eso de malo? Pues para Bloomberg el gas natural es un combustible de transición, una idea que es rechazada entre los más puristas activistas medioambientales, a pesar de que técnicamente es plausible (el gas emite entre un 50 y un 60% menos dióxido de carbono que el carbón, y entre un 20 y un 30% menos que el petróleo). Eso es todo: Sierra Club falló un test de pureza ideológica al no exigir que sus donantes se acojan al más ortodoxo ambientalismo, así que a Moore y Gibbs les pareció un blanco legítimo a por el cuál ir.
Esta no es una película sobre medio ambiente
A pesar de que Planet of the Humans fue publicitada como una película sobre el medio ambiente, que cita el cambio climático y de que arma muñecos de paja con las energías renovables y los activistas que las impulsan para luego usarlos como sacos de boxeo, esta no es una película sobre el medio ambiente, el cambio climático, o activistas descarriados. ¡Es que ni siquiera es un documental! En estricto sentido, es un panfleto ideológico de una hora y cuarenta minutos de duración.
Planet of the Humans termina con la conclusión a la que Gibbs y Moore realmente querían llegar: un estricto control poblacional y darse palmaditas en la espalda por su virtud de oponerse al consumismo. Por eso es que los expertos entrevistados en la cinta sueltan indirectas sobre el exceso poblacional cada vez que están frente a la cámara, y por eso la película termina con estas palabras:
Los humanos debemos aceptar que el crecimiento infinito en un planeta finito es un suicidio. Debemos aceptar que nuestra presencia humana ya está más allá de la sostenibilidad y todo lo que eso implica.
Gastar una hora y cuarenta minutos en desprestigiar las energías renovables para posar de lo bien que siempre lo entendieron los que, como Moore, han elevado el consumo a la categoría de pecado, me parece a mí un desperdicio monumental de recursos en el sesgo de confirmación, y de una pereza intelectual de proporciones galácticas.
Esto es malthusianismo mondo y lirondo: apuntar el dedo acusador al aparentemente irrefrenable crecimiento de la población y la característica finita de los recursos para sostener a tantas personas. Curiosamente, el malthusianismo que hoy impulsan Michael Moore y Jeff Gibbs fue resucitado a finales de los Sesenta por el mismo Sierra Club que estos condenan hoy en su película — en 1968, la organización ambientalista publicó el libro The Population Bomb de Paul Ehrlich (traducido como La bomba P), que volvió a poner de moda la idea de que el problema radica en demasiados humanos y muy pocos recursos.
Ahora bien, no seré yo quien diga que el número de seres humanos y el carácter finito de los recursos no importan, pero el malthusianismo ofrece una mirada incompleta y simplista que busca soluciones en los lugares equivocados, y Planet of the Humans no es la excepción. Si bien no debemos dejar de lado el número de seres humanos ni el carácter finito de los recursos, también hay que tener en cuenta que los seres humanos no somos rebaños ni ganado, sino animales pensantes, que encontramos soluciones a los problemas, y hasta ahora, la mejor manera de abordar el tema de la población y el uso de los recursos ha sido mediante la optimización del uso de los recursos, tal como hizo Norman Borlaug con la revolución verde. El problema es de despilfarro y su solución es una cuestión de eficiencia, y de darle a los seres humanos y sus comunidades la oportunidad de florecer, y de llevar vidas satisfactorias con la menor huella medioambiental posible.
No es coincidencia que las naciones más prósperas y con mayor seguridad alimentaria tengan las tasas de fertilidad más bajas, mientras que los países que carecen de seguridad alimentaria conserven altísimas tasas de fertilidad — un hecho como un templo que pone en tela de juicio todos los pilares del malthusianismo, y de la doctrina teológica del anti-consumo. Esta no es una película sobre el medio ambiente, sino un alarde de virtud de lo buenos-buenitos que son un puñado de occidentales blancos por oponerse a la satisfacción de las necesidades materiales de sus congéneres en el resto del planeta.
Planet of the Humans es tan exhaustivamente contraproducente para la lucha contra el cambio climático, que la película ha tenido buen recibo entre los negacionistas del cambio climático antropogénico.
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Esto no es nada nuevo, no. La carrera cinematográfica de Michael Moore bien puede ser resumida con precisión como un paquete de mentiras tras otro, y Planet of the Humans tan sólo es la entrega más reciente — desde hace años Moore tiene un puesto honorífico en la larga lista de pseudodocumentales, y el negocio le ha sido tan provechoso que no veo por qué iba a molestarse en recurrir ahora a la verdad.
Es la maniobra más vieja del mundo: vender el producto o idea diciendo que le va a resolver los problemas a los demás — si lo hace o no, es irrelevante para el vendedor, pues lo que realmente le importa es vender. Es lo que hacen los vendedores de pseudociencia y los que promueven la pena de muerte como solución a la corrupción (como si no hubiera países que han resuelto la corrupción de manera civilizada). Y como la mayoría del mundo está preocupada —con razón— por el cambio climático, no faltarán charlatanes que dirán que su solución es la solución, así el cambio climático les traiga sin cuidado.
Para todos los que creímos que después de la farsa de Greta Thunberg tendrían que pasar años para que alguien más viniera a posar de ambientalista con el objetivo de avanzar una agenda autoritaria y que realmente no resuelve nada, Michael Moore y Jeff Gibbs entraron en escena y dijeron "Hold my beer!".
(vía Why Evolution Is True | imagen: Films for Action)
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Publicado en De Avanzada por David Osorio
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