Este caso es algo extremo, pero ilustra muy bien el problema de reclutar menores de edad en una religión.
Es sobre una madre testigo de Jehová que le estaba lavando el cerebro a su hijo para que odiara al padre, que está separado de ella pero con quien tiene custodia compartida — al parecer, el adoctrinamiento de la madre era tan fuerte que el niño simplemente no quería tener nada que ver con su padre: