lunes, 25 de noviembre de 2013

Colectivismo contra la ciencia



Eduardo Zugasti en La revolución naturalista:

Con permiso de Needham, la ciencia libre y la filosofía radical sólo ha prosperado verdaderamente en sociedades individualistas, un individualismo que se habría substanciado en hábitos matrimoniales diferentes, en una mayor libertad de las mujeres y un relajamiento institucional de las presiones corporativas. Esta filosofía radical habría florecido primero en las ciudades estado griegas y más tarde en las urbes europeas del siglo XVI, sede de la “revolución” científica. Sin estados fuertes las bibliotecas siempre corren el riesgo de ser quemadas. Con fuertes intereses colectivos el genio individual siempre corre el riesgo de ser torturado.

En respuesta a Peter Frost, en ese mismo sentido:

A lo largo del pasado milenio, los europeos occidentales han creado un ambiente social donde el individuo está liberado en buena medida de los lazos de parentesco y etnicidad. Dado que el estado ha impuesto el monopolio en el uso de la violencia, hay menos necesidad de confiar en la parentela para salvaguardar la vida y la propiedad de uno. Para eso ya está el gobierno. En otras muchas sociedades, sin embargo, el estado es algo mucho más reciente y a menudo extraño. La identidad colectiva todavía es lo más importante, y en tiempos de vacas flacas los lazos personales y de amistad importan poco. Tus amigos reales son tu “sangre”. En todo caso, la amistad real no trata sólo de actividades recreativas. También trata de arriesgar la vida por otro.

La identidad colectiva triunfa sobre la búsqueda de la verdad. Sólo cuando el individuo es libre de la colectividad la verdad puede aplicarse igualmente a todo el mundo, sean amigos o enemigos.

Por eso el colectivismo, en cualquiera de sus presentaciones, es el peor enemigo de la ciencia y el conocimiento.

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