jueves, 27 de febrero de 2014

Cuestionando la metáfora cerebro-computador



La teoría computacional de la mente ha hecho famosa la metáfora de que el cerebro es como un computador, que goza de gran popularidad.

Sin embargo, hay ciertos problemas con esta metáfora, como lo plantea Gary Lupyan (2013):

Está demostrado que los adultos educados cometen errores rutinariamente al ubicar estímulos en categorías familiares bien definidas tales como triángulo y número impar. Los triángulos escalenos son rechazados a menudo como ejemplos de triángulos y 798 es clasificado por algunos como un número impar. Estos patrones son observados tanto en las tareas con y sin tiempo, y se mantienen para personas que pueden expresar plenamente las condiciones necesarias y suficientes para la categoría de miembro, y para individuos con diferentes niveles de educación. Una minoría importante de la gente cree que 400 es más par que 798 y que un triángulo equilátero es el "más triángulo" de los triángulos. Tales creencias predicen cómo ejemplifica la gente otras categorías con condiciones necesarias y suficientes, por ejemplo, abuela. Sostengo que la distribución y clasificación de ese tipo de representaciones mentales significa que los algoritmos humanos, a diferencia de los algoritmos informáticos convencionales, sólo se aproximan a la clasificación basada en reglas y nunca se abstraen totalmente de las particularidades de los estímulos. Esta sensibilidad a los estímulos es crítica para obtener el tipo de flexibilidad cognitiva en la que los seres humanos se destacan, pero se consigue a costa de habilidades generalmente pobres para realizar cálculos independientes del contexto. Si los algoritmos humanos no son confiables para producir representaciones claras de números impares, triángulos y abuelas, la idea de que son confiables para hacer el trabajo pesado de la cognición momento a momento que es inherente en la metáfora de la mente como computador digital, todavía muy común en la ciencia cognitiva, necesita ser reconsiderada seriamente.

En ese mismo sentido, Janet Kwasniak comenta el artículo de Lupyan:

Antes he señalado que el cerebro no hace algoritmos en el sentido en que los realizan los computadores. Nosotros no calculamos de manera gradual, a menos que estemos haciendo algo conscientemente en una forma escalonada. Tomemos un ejemplo: para encontrar si un número es par, primero buscamos el último dígito, buscamos si el dígito es cero o es divisible por dos y sin nada más, si lo es, es par y si no, es impar. Si conscientemente hacemos esta tarea por etapas, entonces esos son los pasos que vamos a tener en cuenta de manera consciente. 798 tiene ocho como último dígito y ocho es divisible por dos, por tanto, 798 es par. Pero por supuesto que rara vez repasamos los pasos necesarios conscientemente, nos fijamos en el número y decimos si es par o impar. Y suponemos que hemos seguido inconscientemente los pasos apropiados. No tenemos ninguna prueba de que hayamos seguido los pasos – de hecho, no tenemos idea de cómo llegamos a la respuesta. No hay ninguna razón para suponer que inconscientemente estamos siguiendo un algoritmo.

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