martes, 10 de marzo de 2015

¿Por qué los jóvenes occidentales se unen al yihadismo?



¿Qué lleva a que más de 4000 jóvenes europeos terminen militando en las filas del Estado Islámico?

Kenan Malik explica que son las políticas de identidad:

Lo que atrae a la mayoría de los aspirantes a yihadistas a Siria no es, para empezar, por lo menos, ni la política ni la religión. Es una búsqueda de algo mucho menos definible: identidad, sentido, pertenencia, respeto. En la medida en que son alienados, no es porque los aspirantes a yihadistas estén pobremente integrados, de la manera convencional como entendemos la integración. La suya es una forma mucho más existencial de alienación.

No hay, por supuesto, nada nuevo en la búsqueda juvenil de identidad y significado. Lo que es diferente hoy es el contexto social en el que se lleva a cabo esta búsqueda. Vivimos en una sociedad más atomizada que en el pasado; en una época en la que muchas personas se sienten peculiarmente desvinculadas de las principales instituciones sociales y en la que, a menudo, las líneas morales parecen borrosas y las identidades distorsionadas.

En el pasado, el descontento social puede haber llevado a la gente a unirse a movimientos para el cambio político, desde grupos de extrema izquierda a campañas antirracistas. Hoy en día, estas organizaciones a menudo parecen igualmente fuera de contacto. Lo que le da forma a la desafección contemporánea no es la política progresista, sino las políticas de identidad. A lo largo de las últimas tres décadas, las políticas de identidad han animado a la gente a definirse en términos étnicos o culturales cada vez más estrechos. Hace una generación, los musulmanes "radicalizados" de hoy en día probablemente habrían sido mucho más seculares en su perspectiva y su radicalismo se habría expresado mediante organizaciones políticas. Hoy en día se ven a sí mismos como musulmanes en un sentido casi tribal, y dan rienda suelta a su descontento a través de una visión rígida del islam.

Estos desarrollos han dado forma no sólo a la autopercepción musulmana sino la de la mayoría de grupos sociales. Muchos dentro de las comunidades obreras blancas están a menudo tan desacoplados como sus compañeros musulmanes, y ven sus problemas de manera similar, no en términos políticos sino más bien mediante el lente de la identidad cultural y étnica. De ahí la creciente hostilidad hacia la inmigración y la diversidad, y, para algunos, el aparente atractivo de grupos de extrema derecha. El populismo racista y el islamismo radical son ambos, en sus diferentes formas, expresiones de la desconexión social en la era de las políticas de identidad.

Al mismo tiempo, hay algo distintivo sobre la identidad islamista. El islam es una religión global, que le permite a los islamistas crear una identidad que es a la vez intensamente parroquial y aparentemente universal, que une a los musulmanes con luchas en todo el mundo, desde Afganistán hasta Palestina, y proporciona la ilusión de ser parte de un movimiento global. En una época en la que los movimientos antiimperialistas tradicionales se han desvanecido, y la creencia en las alternativas al capitalismo se ha disuelto, el islam radical ofrece también la ilusión de una lucha contra un presente inmoral y por un futuro utópico.

Sin embargo, la mayoría de los aspirantes caseros a yihadistas poseen una relación peculiar con el islam. En muchos sentidos, ellos están tan alejados de las comunidades musulmanas como lo están de las sociedades occidentales. La mayoría detesta las costumbres y tradiciones de sus padres, tienen poco tiempo para las formas convencionales del islam, y se alejan de las instituciones tradicionales de la comunidad. No es a través de las mezquitas o instituciones religiosas, sino a través de Internet que la mayoría de los yihadistas descubren tanto su fe como su comunidad virtual.

Desvinculados de las normas sociales, en búsqueda de su identidad dentro de un grupo pequeño, formados con ideas y valores en blanco y negro, conducidos por un sentido de que deben actuar en nombre de todos los musulmanes y en oposición a todos los enemigos del islam, se hace más fácil para los aspirantes a yihadistas cometer actos de terror y ver esos actos como parte de una lucha existencial entre el islam y Occidente.

Las narrativas simplistas sobre 'radicalización' omiten las complejas raíces del terrorismo casero. Las soluciones propuestas, como prohibir organizaciones, la censura previa al discurso de odio en línea, la creciente vigilancia estatal, y así sucesivamente, traicionan nuestras libertades sin abordar las cuestiones que han hecho el islamismo atractivo para algunos en primer lugar.

Los yihadistas son responsables de las decisiones que toman. Por mucho que deploremos las políticas occidentales, en casa o en el extranjero, estas no ofrecen ninguna razón para los grotescos actos del Estado Islámico. Y, sin embargo, también hay una pregunta incómoda para hacerle a la sociedad. ¿Por qué es que tantos jóvenes ingeniosos e inteligentes encuentran más atractiva una ideología que propugna decapitaciones masivas, el trabajo esclavo y la negación de derechos a las mujeres que cualquier otra cosa que se les ofrece?

(imagen: Alex E. Proimos via photopin cc)

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